jueves, 8 de septiembre de 2011

"Las Flores del Mal" - Charles Baudelaire


Biografía: Charles Baudelaire (Paris 1821 - 1867)


Poeta francés. Huérfano de padre desde 1827, inició sus estudios en Lyon en 1832 y los prosiguió en París, de 1836 a 1839. Su padre adoptivo, el comandante Aupick, descontento con la vida liberal y a menudo libertina que llevaba el joven Baudelaire, lo envió en un largo viaje a las Antillas entre 1841 y 1842 (según algunas fuentes, podría haber llegado también a la India). De regreso en Francia, se instaló de nuevo en la capital y volvió a sus antiguas costumbres desordenadas.

Empezó a frecuentar los círculos literarios y artísticos y escandalizó a todo París con sus relaciones con Jeanne Duval, la hermosa mulata que le inspiraría algunas de sus más brillantes y controvertidas poesías. Destacó pronto como crítico de arte: el Salón de 1845, su primera obra, llamó ya la atención de sus contemporáneos, mientras que su nuevo Salón, publicado un año después, llevó a la fama a Delacroix (pintor, entonces, todavía muy discutido) e impuso la concepción moderna de la estética de Baudelaire. Buena muestra de su trabajo como crítico son sus Curiosidades estéticas, recopilación póstuma de sus apreciaciones acerca de los salones, al igual que El arte romántico (1868), obra que reunió todos sus trabajos de crítica literaria.

Fue además pionero en el campo de la crítica musical, donde destaca sobre todo la opinión favorable que le mereció la obra de Wagner, que consideraba como la síntesis de un arte nuevo. En literatura, los autores Hoffmann y Edgar Allan Poe, del que realizó numerosas traducciones (todavía las únicas existentes en francés), alcanzaban, también según Baudelaire, esta síntesis vanguardista; la misma que persiguió él mismo en La Fanfarlo (1847), su única novela, y en sus distintos esbozos de obras teatrales.

Comprometido por su participación en la revolución de 1848, la publicación de Las flores del mal, en 1857, acabó de desatar la violenta polémica que se creó en torno a su persona. Los poemas (las flores) fueron considerados «ofensas a la moral pública y las buenas costumbres» y su autor fue procesado. Sin embargo, ni la orden de suprimir seis de los poemas del volumen ni la multa de trescientos francos que le fue impuesta impidieron la reedición de la obra en 1861. En esta nueva versión aparecieron, además, unos treinta y cinco textos inéditos.

El mismo año de la publicación de Las flores del mal, e insistiendo en la misma materia, emprendió la creación de los Pequeños poemas en prosa, editados en versión íntegra en 1869 (en 1864, Le Figaro había publicado algunos textos bajo el título de El esplín de París). En esta época también vieron la luz los Paraísos artificiales (1858-1860), en los cuales se percibe una notable influencia de De Quincey; el estudio Richard Wagner et Tannhäuser à Paris, aparecido en la Revue européenne en 1861; y El pintor de la vida moderna, un artículo sobre Constantin Guys publicado por Le Figaro en 1863.

Pronunció una serie de conferencias en Bélgica (1864), adonde viajó con la intención de publicar sus obras completas, aunque el proyecto naufragó muy pronto por falta de editor, lo que lo desanimó sensiblemente en los meses siguientes. La sífilis que padecía le causó un primer conato de parálisis (1865), y los síntomas de afasia y hemiplejía, que arrastraría hasta su muerte, aparecieron con violencia en marzo de 1866, cuando sufrió un ataque en la iglesia de Saint Loup de Namur.

Trasladado urgentemente por su madre a una clínica de París, permaneció sin habla pero lúcido hasta su fallecimiento, en agosto del año siguiente. Su epistolario se publicó en 1872, los Journaux intimes (que incluyen Cohetes y Mi corazón al desnudo), en 1909; y la primera edición de sus obras completas, en 1939. Charles Baudelaire es considerado el padre, o, mejor dicho, el gran profeta, de la poesía moderna.



Los poetas de la modernidad



El escritor, hasta el siglo XIX, era un ser respetable y normalmente sofisticado, de elevada posición social y alto nivel de cultura, que cultivaba el arte para mayor gloria de Dios y de los hombres. Los mecenas, nobles, príncipes, aristócratas, financiaban a los artistas y sus obras. El capitalismo acabó con todo eso. El capital tiene como fin en sí mismo multiplicarse, engendrar plusvalía, acumular, una dinámica reñida con el despilfarro y el ocio. La producción artística pasa a tener un valor de cambio y no ya solamente valor de uso como antes. Y no solamente el arte se mercantiliza sino que la nueva situación envuelve al artista, que pasa a depender del valor de cambio de sus creaciones. Junto a él, y a veces por encima de él, aparecen las editoriales, los agentes literarios, las galerías de arte, los derechos de autor, la propiedad intelectual, esto es, las fábricas de la cultura que pretenden extraer una rentabilidad de los capitales invertidos.

En el siglo XIX aparecen los primeros autores que escriben por un nuevo motivo, que es el de ganar dinero, que firman contratos a destajo, a tanto por palabra, que deben escribir día y noche paga pagar sus deudas y que deben entregar sus cuartillas repletas en la fecha fijada. Desprovista de sus ropajes, hoy tan mitificados, la modernidad no es más que una visión mercantilista de la literatura. Lo que se hizo impostergable con la modernidad fue la conversión de la poesía en mercancía, traficar con los versos. Para cobrar derechos de autor hay que ser original y es sólo por eso que la modernidad literaria no quiere copiar y tiene que innovar como cualquier otro negocio. Y si hay algo que vende, que resulta inmensamente atractivo, es ese concepto de la vida bohemia, ese disfrute de la decadencia, la perversión y el morbo por persona interpuesta, que tan bien se ajusta al voyeurismo moral. Las vanguardias no son más que una consecuencia del afán mercantilista de renovación de la maquinaria cultural, el incremento de la fabricación artística, el aumento de su productividad. Alcanzamos así a otro componente de la modernidad, que es la artificiosidad, que es el punto de llegada no sólo de las exigencias productivas capitalistas en el ámbito de la cultura, sino también de la exacerbada subjetividad del artista que, igual que el capitalismo, debe reconstruir la naturaleza a su imagen y semejanza. El artista impone su versión del paisaje lo mismo que el capitalismo lo sepulta bajo las vías férreas o lo horada con negros túneles. Y a pesarde que recrea el entorno, el artista se siente enfrentado a él hostilmente. El mundo que le rodea no le gusta.

Mientras, de manera cínica y desvergonzada, nos hablan del arte por el arte y rehuyen como al peste cualquier asomo de finalidad cognoscitiva, ética o didáctica en la creación cultural.

La imagen maldita del artista es sin duda expresión de su desamparo (más económico que otra cosa), forzado a llevar una vida de marginado, más cerca del lumpen que de la aristocracia. Ciertamente esa es la imagen que presentan los literatos del siglo XIX (Dickens, Balzac, Dostoyevski), acuciados por graves problemas económicos, perseguidos por sus acreedores, siempre al borde del desahucio.

Malditismo y mercantilismo no son conceptos antagónicos. Pero para romper esa imgagen mitificada hay que subrayar que todos esos escritores eran malditos a su pesar, "cortesano de rentas escasas", como se autodefine Baudelaire. En realidad quieren ser aristócratas, príncipes absolutos, pisar mullidas alfombras y frecuentar la alta sociedad. Su desgarro interno es que no pueden pasearse por los salones cantando a las prostíbulos, los hospitales y los presidios, que es el mundo que frecuentan, el único que conocen. Porque su amada aristocracia concibe a los poetas malditos como los malditos poetas.

Brota en aquel momento una escisión desde entonces repetida hasta la saciedad en la literatura: yo y el mundo como dos entes antagónicos y enfrentados. Esta reducción del arte a una crónica de los estados anímicos del omnipresente yo, que no es más que una expresión de individualismo exacerbado, se describe hoy como una forma de inconformismo, e incluso de rebeldía. Y en muchos de ellos hay una descripción minuciosa e incluso una crítica a la sociedad burguesa desenvuelta en hermosas páginas.

Llegados a este punto quizá sea bueno recordar que, como Marx demostró, "las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época", a lo que el alemán añadió: "La clase que ejerce el poder material en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le sometan, al propio tiempo, por término medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente". Ahora bien, continuaba Marx, la división del trabajo también existe dentro de la clase dominante, separa a los productores físicos de los productores de esas ideas dominantes, hasta el punto de que "Puede incluso llegar a ocurrir que, en el seno de esta clase, el desdoblamiento a que nos referimos llegue a desarrollarse en términos de cierta hostilidad y de cierto encono entre ambas partes" (La ideología alemana).

No es el caso de Baudelaire, y de otros como él, quienes se lamentan de que los académicos y los críticos no sepan valorar sus creaciones, porque es consciente de genialidad, de la revolución poética que está iniciando. En el texto mencionado Marx decía también que el progreso de la sociedad hace que imperen "ideas cada vez más abstractas". Y este sí es el caso de Baudelaire, uno de los más conspicuos impulsores del arte por el arte. Este principio que comienza a desarrollarse en Francia a mediados del siglo XIX sí es una novedad histórica dentro de las teorías estéticas, desprovisto de cualquier objetivo extrínseco a él mismo de tipo moral, político, social o pedagógico. El arte -dicen Gautier y Baudelaire- no es un medio para lograr algún fin predeterminado, sino que es un fin en sí mismo.

Esta abstracción se viene abajo a la primer embite: aunque Baudelaire presenta su creación como arte puro, los académicos y los críticos no le admitieron en el selecto foro de los consagrados, precisamente porque consideraron que distaba mucho de resultar "puro". El poeta sigue colisionando con su entorno porque la burguesía aún no estaba preparada, carecía de los instrumentos ideológicos para asimilar la miseria como componente del arte. Estos pensaban, como aquí pensaba también Valera, nuestro paladín del arte puro, que lo que había que lograr era embellecer la realidad sacando del arte los espectáculos purulentos que yacían en ella. Así quedaban delineadas las dos posiciones artísticas "puras" de la burguesía frente a la miseria y las lacras capitalistas: o bien se ocultaban los trapos sucios, o bien se decía que eran limpios. Esta segunda fue la posición de Baudelaire.

Como buen explorador urbano, Baudelaire decía haber encontrado belleza en lugares que los demás rehuían. El poeta parisino le demuestra a la burguesía que esas zonas oscuras de descomposición y desesperación también existen bajo el capitalismo, y que como no se pueden ocultar, lo mejor es afirmar su encanto. Es más, quizá sean el motivo estético por antonomasia del capitalismo, lo verdaderamente bello. A diferencia de otros literatos, realmente críticos con las lacras sociales de su tiempo, él fue el primero que cultiva asuntos literarios exquisitamente putrefactos, el primero que se regodea, que se recrea en una decadencia estética perfectamente estudiada.

Si bien se mira, Baudelaire no es muy diferente de nuestros Mesonero Romanos, Estébanez Calderón o cualquier otro costumbrista español de la época. Él mismo se autodefinía como "pintor de la vida cotidiana". Tiene en común con ellos la superficialidad de la descripción urbana; le diferencia sus pretensiones ideológicas que, sin embargo, son igualmente superficiales. Baudelaire no hace más que poner en verso las ideas de un filósofo tan reaccionario como mediocre como era De Maistre.

Desgarrado él siempre, tenía un pie versallesco y otro suburbial. Deambulaba por los prostíbulos pero soñaba con ser un prócer de las letras. Baudelaire transformó al romántico en un gótico, un personaje enclaustrado, incomprendido, dandy, despreciado por el rey burgués. Rompiendo los esquemas literarios anteriores, con Poe y con él la literatura comienza a poblarse de antihéroes, de personas que deambulan por las calles con sus sueños rotos. Los personajes románticos eran fuertes, enérgicos, decididos, invulnerables; no había obstáculo capaz de resistir su empuje. El personaje gótico es el símbolo de la impotencia, derrotado por todas las batallas, abatido por los reveses cotidianos. En definitiva, una clase social poderosa y dominante, aunque reducida numéricamente, que deriva su fuerza de una expropiación de la vitalidad y la fuerza de todos los demás, de la inmensa mayoría. El expolio capitalista no sólo está en la producción, sino en la política y seguramente también en todas las facetas de la vida, hasta en las más íntimas y personales.

De ahí que Baudelaire nos hable de los "lisiados de la vida" y que entre ellos incluya a la mayoría, a casi todos. Pero su diagnóstico, una vez más, no es certero: no es "la vida" la que nos sume en la impotencia sino aquellos que manejan sus resortes, aquellos que acaparan el poder para sembrar impotencia, desengaño, frustración.



La poesía de Baudelaire



Baudelaire está considerado como uno de los más grandes poetas del siglo XIX, por la originalidad de su concepción y la perfección de la forma. Es sin duda el poeta de la modernidad francesa. Más que ningún otro de su tiempo, representa al poeta de la civilización urbana contemporánea.

Con él la poesía empieza a liberarse de las ataduras tradicionales y despliega nuevos conceptos de creación poética, iniciando una fase diferente, que llega hasta nuestros días.

La literatura francesa se hallaba en el segundo cuarto del siglo XIX, en un momento de transición todavía presidida por la gigantesca figura de Víctor Hugo, uno de los grandes románticos, aunque junto a él se desarrollaba una nueva tendencia, cuyo máximo representante era el poeta Leconte de Lisle (1818-1894), el guía del circulo parnasiano, cuya influencia sobre Baudelaire fue notable. La antología El Parnaso, publicada por el editor Lemerre en 1866, que da el nombre al grupo de poetas de Leconte de Lisle, contiene algunos de los poemas de Las Flores del mal.

La originalidad de Baudelaire, sin embargo, le hace merecedor de un lugar al margen de las escuelas literarias dominantes en su época, ya que es él quien inicia el abandono de las formas poéticas hasta entonces predominantes. Las tendencias que inauguró Baudelaire pueden resumirse en el criterio de la depuración del sentido poético, en el misterio de los conflictos íntimos o en la angustia de la búsqueda de combinaciones de fenómenos sicológicos que desembocan en una expresión poética cargada de significaciones múltiples y llena de infinitas sugerencias. En particular, rompe la diferencia entre la poesía y la prosa con sus "Pequeños poemas en prosa", verdadera revolución en las formas líricas que ni siquiera Verlaine ni Rimbaud supieron valorar.

Baudelaire reacciona contra el romanticismo. Él no admite la inspiración, ni la imaginación, ni la improvisación. En este aspecto, como en otros, es un clasicista. La poesía es un ejercicio, un esfuerzo, un trabajo sistemático, equivalente al de un paciente artesano violcado permanentemente en pulir sus versos. Su obra es un esfuerzo por desembarazar la poesía de todo ornamento vano y una proyección para alcanzar el ideal de la pureza poética, prestando especial atención a la métrica y a los aspectos formales. Poseía un sentido clásico de la forma, una extraordinaria habilidad para encontrar la palabra perfecta y un gran talento musical.

La obra de Baudelaire ha dejado un aporte positivo, paradigma de verdad poética, de selección estética, de culto de la expresión simbólica, y de rigurosa elaboración de la palabra en cuanto vehículo depurado de la expresión literaria, que equivale a superación de la dicción elocuente y retórica.

El poeta parisino representa la reivindicación lírica de la palabra, una técnica depurada en la elaboración de las imágenes y el rigor estético de la composición que habría de tener una proyección futura incalculable. Se extinguía una concepción del arte poético desprestigiada por la degeneración del romanticismo, advertible en el desborde confidencial y sentimental, o en la poesía descriptiva y penetrada de la elocuencia bastarda, con ausencia de rigor formal y de selección estética.

Un contenido de nueva creación y de angustiosa originalidad emergía de los poemas de Baudelaire, palpitantes de tragedia íntima y de nuevos acercamientos a la vida. El poeta pule un nuevo universo lírico, la sinestesia, una combinación de imágenes y sensaciones desajustadas de su normal producción en la naturaleza. La audición coloreada, la visualidad audible o multitud de otras combinaciones de sensaciones provenientes de todos los sentidos, se reunían, como diría el propio Baudelaire, en "una metamorfosis mística de todos mis sentidos fundidos en uno solo".

Una nueva concepción de la palabra se inaugura entonces. Si para el lenguaje común la palabra sigue siendo expresión de la cosa o de la idea, en el poeta ese valor de significación se transforma en un valor sugerencial, gracias al juego de combinaciones que el arte hace posible con sonidos y sensaciones inesperadas que brotan de las palabras. Todo ello pudo ser vislumbrado por los grandes exponentes de la poesía anterior, pero sólo empieza a adquirir una sugestiva formulación y un culto intensivo a partir de Baudelaire.

En su estética literaria Baudelaire proponía la desaparición del yo en el poema, es decir, la sustitución de la presencia personal del autor por la pura lógica interna de la obra regida según su ley compositiva. A partir de Baudelaire ya no se hablará más del poeta sino de la poesía misma. Es una estética dominada por el esencialismo, la concepción de un arte literario depurado de prosaísmos y estímulos de circunstancias extrañas a la función creadora. A ello se sumaron sus creaciones de técnica y la rigidez gramatical.

Su gusto por la sinestesia también proviene del misticismo, el ocultismo y el sincretismo. Las sensaciones nos revelan lo oculto. La unidad de la naturaleza se demuestra en que a cada olor le corresponde un sonido y un color. El soneto "Correspondencias" contiene toda la teoría sinestésica que, aunque inconscientemente practicada por los grandes exponentes de la poesía universal, van a desarrollar los parnasianos y simbolistas de la segunda mitad del XIX.



Las Flores del mal (Les Fleurs du mal)



Es una colección de poemas de Charles Baudelaire. Considerada la obra máxima de su autor, abarca casi la totalidad de su producción poética desde 1840 hasta la fecha de su primera publicación.

La primera edición constó de 1.300 ejemplares y se llevó a cabo el 23 de junio de 1857. La segunda edición de 1861 elimina los poemas censurados, pero añade 30 nuevos. La edición definitiva será póstuma, en 1868 y, si bien no incluye los poemas prohibidos, añade algunos más. En esta versión consta de 151 poemas. La censura que recayó sobre algunos de sus poemas no será levantada en Francia hasta 1949.

Las Flores del mal es considerada una de las obras más importantes de la poesía moderna, imprimiendo una estética nueva, donde la belleza y lo sublime surgen, a través del lenguaje poético, de la realidad más trivial, aspecto que ejerció una influencia considerable en poetas como Paul Verlaine, Stéphane Mallarmé o Arthur Rimbaud.



El título



El libro debió llamarse en principio Los limbos o Las lesbianas, pues la intención primitiva era la de escribir un libro sobre los pecados capitales; aunque Baudelaire renunció a ello siguiendo los consejos de un amigo.

El título Las Flores del Mal es hallazgo, contradicción, ironía. Desde muy antiguo se hacían retóricamente flores de la juventud, el amor, su perfume exótico, su poesía ponzoñosa. El nombre, como suele ocurrir, no era del todo suyo. Sea como sea, es un nombre rico, cromático, evocador. Esta lleno de sentidos.

Las flores del mal tenían, además, lejanos e ilustres antecedentes literarios: en Dante Alighieri, en los barrocos, en Shakespeare, en Milton. Se originaban en remotas mitologías. Eran, en realidad, un tópico, una constante simbólica.



Condena por su publicación



El 20 de agosto de 1857 es acusado de ultraje a la moral pública, por lo que se ve obligado a quitar seis de sus poemas. Hemos de tener en cuenta que Baudelaire, a raíz de esta condena, se decide a cultivar otro género literario que él califica «más peligroso todavía que el poema en verso», el poema en prosa, del que nacerán Los pequeños poemas en prosa, o Spleen de París. La condena por la publicación de las Flores del mal es un caso controvertido. Muchos de los poemas aparecidos en este libro ya los había publicado Baudelaire en diversos periódicos sin penalización alguna. Pero la contradicción reside en la política ambigua contra ciertos escritores durante el gobierno de Napoleón III. En un principio la multa fue de 300 francos, reducida luego por la emperatriz a 50 francos, cuando por la publicación de los mil cien ejemplares de las Flores del Mal cobró una octava parte del precio de catálogo, o 25 céntimos (el doble que por la traducción de cinco volúmenes de Edgar Allan Poe, que hizo entre 1856 y 1865): lo que se resume a un cobro de 275 francos menos la multa inicial reducida a 50. Además del cobro de 2500 francos -sueldo medio anual de un funcionario- de ayuda a la creación literaria, o el subsidio por enfermedad, para sufragar los gastos de la clínica en París



Los versos



Baudelaire se aleja mucho de los versos matemáticamente medidos de los parnasianos. En vez de tallar la poesía con exactitud geométrica, la suya se desliza, ondea, vibra según el espíritu que la inspira. El metro no es nada per se, sino un reflejo del sujeto, del ánimo que lo templa.

La métrica: predominan los octosílabos y los endecasílabos agrupados flexibles, elásticamente en cuartetos y sonetos libres. Rimas constantes, plenas, sonoras. Búsqueda deliberada de la musicalidad que a veces parece susurrar misteriosa, sobriamente, y otras se eleva estridente con timbre metálico; propósito indudable de que cada verso sea en sí mismo, música ondulante, atornasolada, cargada de afinidades y de presagios.



El lenguaje



Las Flores del mal están escritas en un francés no muy distinto al que empleaban los mejores románticos coetáneos. El léxico arraiga en los clásicos de los siglos VII y VIII: culto, depurado, suntuoso, propenso a lo barroco, perfumado de reminiscencias y versos latinos, y a la vez contrastado por voces populares y coloquialismos. Es una lengua noble, rica, altiva en la que pronto estalla (y esto es lo Baudeleriano), como una rara blasfemia, la injuria rufianesca.

La escritura: cumplía la función de cura personal, de la sucesiva transformación de sí mismo. Además de escribir a partir del ser, el ser se forjaba en él a partir de lo escrito. Baudelaire no escribía para su tiempo. Solo después de su muerte, la obra poética de este desplegó su importancia y fue consagrada hasta alcanzar el lugar que hoy ocupa. Y si antes fue el poeta maldito, eludido, esquivado, silenciado, hoy es el poeta obligado.



La Belleza y la ciudad.



Baudelaire abrió nuevos filones para la poesía. Descubrió materias hasta entonces vedadas en el arte, la ciudad, la bohemia y el hastío, temas hasta entonces ocultos, silenciados, lo que le valió la censura académica.

Ese descubrimiento radicaba en que hasta entonces la poesía se había centrado en lo bello (sólo de lo bello podía brotar belleza) mientras él pretendió demostrar que también lo feo tenía relación con la estética.

Si para los románticos la belleza era tomada de la naturaleza, para Baudelaire el arte supera a la naturaleza porque en él "queda transformada por la imaginación donde es corregida, embellecida, refundida". Mientras el romanticismo exaltaba la naturaleza salvaje, Baudelaire habla en ocasiones de elementos de la naturaleza sólo como imágenes y símbolos de otro tipo de realidades de tipo espiritual.

Su auténtica fuente de inspiración es la ciudad, sus calles ("laberintos de piedra"), sus habitantes anónimos, sus miserias humanas, sus placeres y sus sueños. De la ciudad se interesa por las viviendas, por las habitaciones, los muebles, las cortinas y la decoración interior.

Baudelaire retrata la vida y las cosas cotidianas de la ciudad de una manera cruda y descarnada. Vivir en la ciudad es como estar en el centro del mundo y ser invisible al mismo tiempo. París aparece como una ciudad abstracta: no describe lugares concretos, ni fechas, ni nombres de personas. Todo es anónimo, cualquiera es una viuda solitaria o, lo que es lo mismo, todos somos como viudas solitarias. La ciudad es el punto de encuentro entre la multitud y la soledad: "Quien no sabe poblar su soledad tampoco sabe estar solo en medio de una atareada multitud".

El París beaudelairiano es, por así decirlo, una ciudad minada, una ciudad desfalleciente, endeble. No hay allí nada bello. Para París, incluso los seres elegidos son decrépitos.

Su literatura destila incomunicación; no hay diálogo sino un sordo e inacabable monólogo que brota de sus entrañas. Sus personajes no hablan nunca entre ellos y, la mayor parte de las veces, el personaje es uno sólo, aislado. Él tampoco habla con ellos, no se dirige a ellos, no se acerca; sólo los observa y los mira desde lejos. No admite reciprocidad, no tolera que le vean a él, busca el anonimato mientras quiebra la intimidad de su cobaya. De ese modo, por un lado, se siente superior y, por el otro, transforma a su perseguido en un objeto.

De Poe toma Baudelaire el culto de la noche y, en definitiva, el gusto por lo decadente, por la estética enfermiza. El poeta parisino descubre en el desierto de la gran ciudad una belleza decrépita. Para él la ciudad es hospital, purgatorio, celda, infierno y prostíbulo; la gran ramera "donde todo lo atroz como una flor florece" ("Epílogo a Pequeños Poemas en Prosa"). La belleza es desgraciada y el mejor ejemplo de belleza viril es Satán. Las cortesanas y bandidos también proporcionan placer, aunque el profano ordinario no los sepa apreciar.

El individuo de Baudelaire es un sujeto divido entre Satanás y Dios, atraído con idéntica fuerza por lo divino y lo diabólico, y de esta naturaleza derivan sus experiencias más sublimes y más sórdidas. En lugar de escindir las relaciones entre el amor y el mal, en él aparecían mezclados, lo que la moral burguesa no podía admitir:

"Afana nuestras almas, nuestros cuerpos socavan
la mezquindad, la culpa, la estulticia, el error
y, como los mendigos alimentan sus piojos,
nuestros remordimientos, complacientes, nutrimos".

El hombre sólo es él mismo en el punto extremo de máxima tensión entre el bien y el mal. El poeta desgarrado por esa contradicción busca la unidad a través de la analogía. La naturaleza es un crucigrama que debemos descifrar, un jeroglífico a desvelar. La labor del artista no es diferente de la del traductor. Su sincretismo pone en primer plano las relaciones entre los objetos. El lenguaje poético debe ser capaz de enlazar ese "bosque de símbolos". Las percepciones pueden llevarnos a penetrar en lo oculto.

La fascinación de Baudelaire por el tema del pecado original y de la redención por el trabajo, el sacrificio y la oración, así como su horror hacia faltas como la apatía, la dejadez, la relajación de las costumbres.

Hay una búsqueda activa de posesión de su propio yo, para la cual las drogas, el juego y las prostitutas le ofrecerán inmejorables ocasiones de profundizar. Y ésta es una búsqueda que no admite descanso; el dandy es un ser en eterna vigilancia, necesita todas las horas del día y todos los días del año para no hacer nada, para no distraerse en algo que podría sacarle de su propio yo. Es la moral de la no-realización, de la insatisfacción permanente, ya que el no hacer nada no tiene final posible, es un continuo derroche sin fin. El hastío proviene de la conciencia de la imposibilidad de cualquier progreso futuro.

De Edgar Allan Poe toma el fatalismo, otro de los rasgos de la modernidad, y el sentido de irreversibilidad del destino. Pero no sólo por Poe: en realidad Baudelaire nació en una época marcada por el pensamiento determinista y positivista. El dandismo precisamente es una reacción ante ello, una búsqueda del dominio sobre sí mismo, de una posesión completa sobre sí mismo.

Hay una fuerte afinidad artística entre Baudelaire y Richard Wagner, el gran músico y escritor romántico alemán. Tanto el autor de Las Flores del Mal como el de El anillo de los Nibelungos pertenecieron a una época similar: las postrimerías del romanticismo. Baudelaire refuerza su concepción del símbolo artístico en Wagner. Wagner actualiza la mitología nórdica. La fantasía, el misterio y el enigma unió almas contemporáneas como las de Baudelaire y Wagner, a los que habría que sumar a Poe. Surge la nostalgia de países lejanos y quiméricos como la Germania, la Escandinavia, y el vasto Oriente. Su obra se caracteriza por una búsqueda de lo exótico y de lo lejano en el tiempo y en el espacio, con lo que sus poemas hacen continuas referencias a culturas desaparecidas, en especial la griega. Se trata de una poesía dirigida a círculos intelectualmente selectos y pensada independientemente de cualquier finalidad moral o social.

"La Divina Comedia" - Análisis desde Romano Guardini

La Divina Comedia

Dante escribió la Divina Comedia en 1304 y se cree que la finalizó poco antes de morir, en el año 1321.

La obra tiene un estilo llano que es empleado por Virgilio y otros poetas clásicos, el sentido literal de la Comedia no es otra que la narración de un viaje a los mundos sobrenaturales. Este tema fue frecuente en poetas grecorromanos, en la cristiandad medieval y en “romans” caballerescos franceses.

Narra la travesía de Dante en el Infierno, Cielo y Purgatorio con la ayuda de diferentes guías quienes recibieron ordenes de mostrarle a Dante estos 3 lugares de la misma virgen María. En el Infierno y Purgatorio lo guía Virgilio, dramaturgo romano autor de la Eneida. En el cielo lo guía Beatriz, mujer de la cual Dante estaba enamorado pero que en la vida real no le correspondió, pero aquí como homenaje a ella la representa como la receptora de todas las virtudes humanas.

Su estructura externa es de una prodigiosa y armoniosa arquitectura, su estructura interna es de una armonía análoga. La unidad estética es inseparable de la unidad conceptual. La obra consta de cien cantos. Está escrita en verso, en tercetos endecasílabos, sometida además a las reglas del arte. Se encuentran dos posibles tipos de divisiones: la primera posibilidad dice que el Infierno está dividido en treinta y cuatro cantos y el Purgatorio y el Paraíso en treinta y tres cantos respectivamente. La segunda plantea que el Canto I es una introducción o prólogo, aunque vaya después del título, y que el resto de la obra esta dividida en tres partes (Infierno, Purgatorio y Paraíso) de treinta y tres cantos cada una.

El Infierno es descripto como una montaña en forma de cono invertido situado en el hemisferio boreal cerca de Jerusalén. Los cantos que corresponden al Infierno están divididos en nueve círculos, que van estrechándose hasta el centro de la tierra donde vive Lucifer.

El Purgatorio es una montaña de cumbre plana y laderas escalonadas y redondas, simétricamente al Infierno. En cada escalón se redime un pecado para así poder llegar al Paraíso. Está dividido en nueve terrazas.

El Paraíso es un lugar caracterizado por esferas celestes movidas por coros angelicales, que se producen de los 4 elementos básicos: aire, fuego, agua y tierra. Está conformado por nueve cielos y la ciudad de Dios, cada uno de ellos es una esfera que rodea la tierra, los siete primeros eran los planetas conocidos, el octavo las constelaciones solares y estrellas fijas, y el noveno estaba determinado por un cielo cristalino que permanece inmóvil.


Personajes principales

Dante:

No se mencionan características físicas del personaje solo habla de las características espirituales donde él se presenta como hombre sabio de 35 años que se deja guiar y aconsejar por sus diferentes guías a lo largo de la trama. En su época es un poeta muy reconocido y su trabajo es muy apreciado por los mejores poetas de su tiempo.

En la obra representa la parte de los sentidos y las apetencias humanas. Emprende su viaje el Viernes Santo del año 1300.

Virgilio:

Poeta nacido en el 70 a. C. y muerto en el 19 a. C. Dante lo consideró su maestro literario y ejemplo de la sabiduría humana. Es el primer guía que tiene éste a lo largo de la obra; aparece a principios del Infierno y acompaña a Dante en su recorrido hasta finalizar el Purgatorio. En la obra representa el saber filosófico y la parte racional del alma.

Beatriz:

Es un espíritu en el cual Dante ve reflejado el amor de su vida al cual describe como el símbolo de la fe. Es la figura del alma bienaventurada que él aspira a ser. Es la segunda guía de Dante, lo acompaña en su recorrido por el Paraíso.


El hombre de la edad media (Guardini)  y su relación con la Divina Comedia.

El hombre medieval reconstruye el mundo como un todo y asigna a cada ser un lugar de alguna manera necesario. La vida permanece libre, sin trabas. Este siente al mundo como algo divino que tiene un origen interior y recorre el camino, el orden y el destino que se le asignan.

El hombre medieval cree en la revelación bíblica que le proporciona la certeza de una realidad divina ubicada fuera del mundo y por encima de este. Dios está en el mundo conservándolo y plenificándolo, pero no pertenece a él; Dios ama al mundo, pero no depende de él, ni lo necesita.

Según Guardini, la soberanía divina se manifiesta fundamentalmente en el acto creador. Dios, libre de toda necesidad interna y sin contar con elementos preexistentes, constituye libremente el mundo a partir de la nada mediante su  infinita omnipotencia. Esta noción auténtica de creación, sólo tiene lugar en la Biblia ya que  en todas las demás concepciones, el comienzo del mundo es relatado como una acción configuradora de los dioses que parte de realidades ya existentes.

En cuanto a la imagen del mundo en la edad media, continúa siendo la tolemaica pero con un carácter totalmente nuevo que viene dado por la doctrina bíblica sobre la soberanía de Dios, su poder creador y su gobierno providente. La totalidad del cosmos es considerada como una enorme realidad esférica en cuyo centro se sitúa la tierra (también esférica) y alrededor de ésta se encuentran  los cuerpos celestes. Por encima de todo se halla el trono de Dios y en el centro de la tierra, como polo opuesto, el infierno. Guardini cita, como ejemplo de esta cosmovisión, a la Divina Comedia de Dante. En el Canto I de dicha obra, como ya explicamos anteriormente, el Infierno es descripto con forma de embudo o cono invertido, el cual está dividido en círculos decrecientes. Los círculos son nueve, como  la cantidad de esferas del cielo, los cinco primeros forman el Alto Infierno, los cuatro último el Infierno Inferior. Para Dante el Infierno va descendiendo desde la superficie boreal cerca de Jerusalén, estrechándose gradualmente hasta el centro del globo terráqueo donde vive Lucifer debido a que el hombre medieval a lo que estaba abajo era lo indeseado.

En el Purgatorio Dante y Virgilio suben la ladera de una montaña formada por siete terrazas distintas. Esta montaña representa la travesía hacia el cielo que permite purgar las penas y cada una de las siete terrazas se corresponde con un pecado capital.

El Paraíso se compone de nueve esferas, que corresponden a los 5 planetas conocidos en la época (sin contar la Tierra), la Luna, el Sol, el conjunto de estrellas lejanas y finalmente una esfera cristalina que simboliza la ciudad de Dios. Cada una de las esferas celestes se corresponde con una de las virtudes teologales.

En lo que respecta al ámbito del conocimiento intelectual, Guardini afirma que en la edad media no se da un desarrollo de la ciencia experimental semejante al de la modernidad. Las obras de los pensadores antiguos constituyen  un  conjunto  de  autoridades, especialmente las obras de Aristóteles. Los pensadores medievales leen asiduamente esas obras y perciben en ellas la expresión profunda de  las verdades naturales que sirven de auxiliares a las verdades de la fe y que deben ser profundizadas, completadas e incluso corregidas a la luz de la revelación. Se sitúan  frente a la realidad como contemplativos que intentan desentrañar el significado vital y existencial de los seres creados. En la sumas se hallan plasmados los frutos de su tarea intelectual contemplativa. En el canto IV del Infierno Dante y su guía bajan al primer circulo, el Limbo, donde se encuentran las personas que murieron sin conocer la fe. Dante sigue siempre su propio orden de valores y su amplitud de criterio, primero nombra a los poetas, que son como profetas y maestros de la vida humana y espiritual, luego a los héroes y hombres de acción que fundan la civilización y el imperio y por último a los filósofos que son quienes intentan explicar al mundo.

Entre los grandes poetas de la antigüedad nombra a Homero, Horacio, Ovidio y Lucano. Llega a un noble castillo donde siete muros y siete puertas lo rodean, denominado “la mansión de los justos”. Comienza a nombrar a los héroes de Troya: Electra, Eneas y  Héctor. Sigue el César guerrero. Siguen los personajes de la guerra de ocupación de Italia por Eneas: Camila, Pentesilea, el rey Latino y su hija Lavinia. Bruto, Lucrecia, Julia, Marcia, Cornelia. Y Saladino.  Vienen a continuación los filósofos: primero "el Maestro de todos", Aristóteles. Siguiendo su criterio no duda en incluir a Sócrates y a Platón. Posteriormente Demócrito, Diógenes, Anaxágoras, Tales, Empédocles, Heráclito y Zenón. Dioscórides, Orfeo, Tulio, Lino y Zeneca. El geómetra Euclides, Tolomeo, Hipócrates, Avicena, Galenoy Averroes.

Guardini sostiene que la antropología medieval, considerada tanto en sus principios como en su totalidad, es superior a la de la modernidad. Por esta razón la ética y la moral se fundamentan en  un  ser  considerado  desde  una  perspectiva más  integral,  y  la  filosofía  del  derecho,  así  como  la filosofía  social,  establecen  conocimientos  importantísimos  para  el  ordenamiento  de  la  vida comunitaria. No  obstante,  lo  que  no  se  puede  negar  es  que  el  pensamiento medieval,  al  colocarse bajo la orientación de las autoridades antiguas, corre el riesgo de reproducir servilmente ciertas ideas. Si bien esto no se da absolutamente en todos los casos, tuvo lugar en algunas ocasiones.

En referencia a la sociedad medieval, el autor de El fin de los tiempos modernos señala la presencia de dos instituciones entre las cuales existen notables tensiones: la  Iglesia y el Imperio, representados respectivamente en la figura del papa y del emperador. Básicamente los conflictos que se dieron  se  fundamentan  en dos posiciones opuestas:  los  emperadores  intentaron  someter bajo  su  poder a la Iglesia argumentando que el poder de su investidura provienes de Dios, mientras que los

papas  recurriendo  a  su  autoridad  espiritual  exigieron  la  sumisión  de  la  autoridad  imperial.  Según Guardini detrás de estas  tensiones aflora una  idea muy  relevante en el mundo medieval: Dios es el todopoderoso y las estructuras de la existencia humana reciben de Él su soberanía y valor.

Un elemento importante en la configuración de la sociedad medieval es el culto. La ordenación de los tiempos gira en torno a las fiestas litúrgicas y el espacio geográfico se ve elevado a un ámbito sagrado por la presencia de los templos, capillas y monasterios. A esto se suman las manifestaciones artísticas que mediante la pintura, las imágenes y la arquitectura remiten a pasajes de la Biblia y de la historia de la salvación. De esta manera el mundo medieval se transforma, según Guardini  es un conjunto de símbolos que elevan la mirada hacia Dios.

La razón sola no alcanza, el hombre necesita de la fe para llegar a Dios. En la Divina Comedia, finalizando el Purgatorio, Virgilio, quien representa el saber filosófico en la obra, cede el lugar de guía a Beatriz, la cual es símbolo de la fe. Según Santo Tomás de Aquino la fe es guía al hombre hacia su fin último: Dios; supera la razón pero no la anula. Para lograr la comprensión de las verdades más elevadas, aquellas con las que está relacionada la religión, es necesaria la ayuda de la revelación.

Llegando al final de su análisis sobre el mundo medieval, Guardini indica que para percibir claramente el valor de la Edad Media es preciso liberarse de las visiones  prejuiciosas deformantes propias del renacimiento y de la ilustración, así como de las visiones exaltadoras del romanticismo. El patrón adecuado para valorar con acierto una época es analizar hasta que punto ella permite con sus propias posibilidades  el desarrollo de la existencia humana plena.

El hombre medieval ve símbolos por todas partes. Para él, la existencia no se  compone de  elementos,  energías,  leyes,  sino de  formas. Las formas tienen una significación propia, designan algo diferente, algo más elevado, es decir, Dios y las cosas eternas. Cada forma se convierte en un símbolo, apunta hacia aquello que la trasciende. La forma proviene de algo que está por encima de ella, situado más allá de ella. En todas partes encontramos estos símbolos. Dentro de la tradición cristiana, el valor simbólico de los números ejerció sobre la mentalidad medieval una influencia difícil de comprender para los modernos. Los “antólogos” de todos los tiempos se han ocupado del significado estructural y simbólico del número, tanto en la Comedia como en las otras obras de Dante. Sarolli es quien ha llevado más lejos el análisis y destacó la importancia del número en la Comedia. A continuación citaremos algunos ejemplos.

El número 3 es ante todo el número trinitario por excelencia y con él se corresponden el terceto encadenado inventado por Dante y las tres partes en las que está dividido el poema sacro, cada una de las cuales consta de 33 cantos. Se consideraba este último número como cristológico por representar “la plenitud de la edad”, que fue precisamente la que Cristo tenía al morir para redimirnos. También podemos pensar que el número 33 era para el autor una duplicación del 3, con lo que habría que considerarlo como un nuevo número trinitario. Cada una de las cantigas tiene 33 cantos, ya que, como dijimos anteriormente, el canto I del Infierno es considerado como una introducción o prólogo de todo el poema. La suma de este canto con las de sus tres partes, es decir 1 + 33 + 33 + 33 = 100, da un número perfecto, que es a su vez el resultado de multiplicar por sí mismo el número 10, considerado también perfecto.

Sarolli mediante el recuento del número de versos de cada uno de los cantos de la Comedia y la interpretación de sus relaciones cuantitativas descubrió una serie de símbolos numéricos. Estos cantos oscilan entre los 115 y los 160 versos; si sumamos los dígitos de cada uno de ellos, nos encontramos con que éstos dan siempre un resultado de 4, 7, 10, o 13, lo que de ninguna manera puede parecernos casual en un conjunto de 100 cantos y menos si se tiene en cuenta el alto valor simbólico de cada uno de ellos. En primer lugar, estos números son 4, y el 4, también uno de los números de la suma, es el símbolo de la cosas temporales, puesto que cuatro son las estaciones, cuatro los elementos y cuatro los números cardinales. Además el 10, obtiene su perfección de la suma de los 4 primeros números, dado que 1 + 2 + 3 + 4 = 10. Dante al calificarse a si mismo como “tetrágono” hace que el 4 sea también el símbolo de la firmeza moral y, en cierta medida, de si mismo. El 7 es el número de las virtudes teologales más las cardinales. En cuanto al 10 basta con decir que es el número de la ley y la justicia por ser el de los mandamientos del decálogo. El 13 representa a la ley (10) más el legislador (3 = Trinidad). Si se tiene en cuenta que son 13 los cantos de la Divina Comedia cuyos dígitos dan resultado 13, no nos dará ninguna duda sobre la intencionalidad del autor. Si tenemos en cuenta que, teniendo el poema un total de 14.233 versos, la suma de los dígitos de ese número da igualmente 13.

Desde la perspectiva de Guardini, en el hombre medieval  se da un  ferviente  anhelo de verdad que muy pocas veces se repitió en la historia. Ese deseo de verdad no se concentra en la investigación empírica como en la modernidad, sino que se adentra en  lo más hondo de la realidad creada a la luz de la revelación para alcanzar una explicación integral y profunda. Es a través de la quaestio, que constituye la estructura de la sumas, y a través del ahondamiento crítico y libre en la autoridades  como los auténticos  pensadores medievales  articulan  su  pensamiento. No  obstante,  a partir del siglo XIV todo esto se verán inmerso en un progresivo cambio cultural.


Bibliografía:

*Alegorías, figuras y enigmas en la “Comedia”.

* El fin de los tiempos modernos. Romano Guardini, 1950.











Romanticismo - Gustavo Adolfo Béquer - Análisis de las rima IV (39)

Romanticismo

El romanticismo se difunde y se desarrolla en la primera mitad del siglo XIX pero tiene sus raíces en la segunda mitad del siglo XVIII cuando nace en Alemania, en contraposición al neoclasicismo.
Las características generales de este movimiento son la exaltación del yo, el subjetivismo, el individualismo, la angustia metafísica que surge del choque entre el mundo subjetivo y el objetivo, el exotismo, la evasión, la ruptura de la unidad de tiempo y lugar, la mezcla de géneros, el amor idealizado, la naturaleza solidaria, entre otros.
En el romanticismo español se pueden destacar las siguientes características:
*Nacionalismo o patriotismo donde se manifiesta el gusto por los paisajes, las costumbres y temas de la historia nacional.
*Historicismo o medievalismo: se desarrolla la preocupación por temas del pasado, por la evocación de otras épocas. Se tiene especial preferencia por la Edad Media sentimental y cristiana.
*cristianismo, presente en todas las épocas de la historia española.


Gustavo Adolfo Béquer

Nació en Sevilla en 1836. Aunque sus apellidos son Domínguez Bastida, firmó con el segundo apellido de su padre, procedente de Flandes. Quedó a temprana edad huérfano y tuvo el deseo frustrado de estudiar Náutica, aunque más tarde hallaría su verdadera vocación, la de escritor. A los 18 años se trasladó a Madrid, donde intentó alcanzar el éxito literario y pasaría penurias. A los 21 años contrajo la enfermedad de la tuberculosis, que más tarde le llevaría a la tumba. Se enamoró fervientemente de Elisa Guillén, quien le correspondió, aunque rompieron pronto, con un gran pesar en el poeta. En 1861 se casa con Casta Esteban y ejerce de periodista con una actitud política conservadora. Más tarde obtiene 500 pesetas mensuales (cantidad importante para la época) como censor de novelas, pero lo pierde en la revolución de septiembre de 1868. Se separa de su esposa, cuya fidelidad no es completa. Comienza a llevar una vida de desilusión y bohemia, y viste con desaseo. En 1870 muere su hermano Valeriano, compañero inseparable del poeta. Gustavo Adolfo se reconcilia con Casta pocos meses antes de su muerte en Madrid, en 1870. Su fallecimiento pasó casi inadvertido y sus restos fueron enterrados, junto a los de su hermano, en Sevilla.
Su obra en prosa consta de Leyendas, veintiocho historias, en las que, según el ideal romántico, predominan el misterio y el más allá. Además, también escribió Cartas desde mi celda, un conjunto de crónicas compuestas durante su estancia en el monasterio de Veruela.
Bécquer reunió los poemas que compuso a lo largo de su vida, en Rimas. Son 79 poemas breves, de dos, tres o cuatro estrofas (salvo raras excepciones), generalmente asonantadas, con combinaciones de versos libres.


Análisis de la rima IV (39)

En esta rima, el autor intenta convencernos de lo que él piensa. La poesía existirá siempre, no importa lo que pase, seguirá estando debido a que no necesita del poeta porque está presente en todos los aspectos de la vida: en la naturaleza, en los misterios humanos, en los sentimientos del hombre y en la belleza de la mujer.
Por tanto podemos afirmar que el tema de la rima es la poesía. Bécquer define lo que  significa la poesía para él y nos explica que ésta existe incluso con  independencia del propio poeta, porque está presente en todos los aspectos de la vida. Habrá poesía siempre que existan lo que para él son los componentes poéticos básicos, sus  principales fuentes de inspiración.
Como dijimos anteriormente en esta rima aparecen reunidos todos los elementos de la temática becqueriana. La primer estrofa expresa la idea principal, nos muestra como la poesía, concebida como una fuerza universal e intemporal, existe más allá del poeta:
“No digáis que agotado su tesoro,
de asuntos falta, enmudeció la lira;
podrá no haber poetas; pero siempre
habrá poesía.”
A partir de la segunda estrofa explica y justifica lo dicho en la primera. Destaca el poder de la naturaleza, el misterio de la creación, el mundo de los sentimientos como productores del hecho poético. En éstas últimas cuatro estrofas Bécquer nos habla de cada uno de los componentes poéticos fundamentales, los que para él son la fuente de inspiración de cada poeta.
Habla de la naturaleza, del lazo irrompible entre ésta y el hombre. Nombra elementos del mundo sensible, cómo el fuego y el aire. Al igual que en Cartas literarias para una mujer III nombra al sol, las nubes, la luz, el cielo y el mar.
Expresa que los sentimientos son producto del amor y que el amor es poesía. Bécquer reniega de la definición fría y racional que puede ofrecer un diccionario. El amor bajo ningún aspecto puede ser definido sino que exige ser sentido y vivido.

Qué es el amor? Con esa frase concluí mi carta de ayer, y con ella he comenzado la de hoy. Nada me sería más fácil que resolver, con el apoyo de una autoridad esta cuestión que yo mismo me propuse al decirte que es la fuente del sentimiento. Llenos están los libros de definiciones sobre este punto. Las hay en griego y en árabe, en chino y en latín, en copto y en ruso... ¿qué sé yo?, en todas las lenguas, muertas o vivas, sabias o ignorantes, que se conocen. Yo he leído algunas y me he hecho traducir otras. Después de conocerlas casi todas, he puesto la mano sobre mi corazón, he consultado mis sentimientos y no he podido menos de repetir con Hamlet:
¡Palabras, palabras, palabras!
Por eso he creído más oportuno recordarte una escena pasada que tiene alguna analogía con nuestra situación presente, y decirte ahora como entonces:
-¿Quieres saber lo que es el amor? Recógete dentro de ti misma, y si es verdad lo que abrigas en tu alma, siéntelo y lo comprenderás, pero no me lo preguntes.

Finalmente en la última estrofa llega a la formulación básica: la mujer es poesía:
mientras exista una mujer hermosa, / ¡habrá poesía!
En Cartas literaria a una mujer I  desarrolla este tema, comprobamos que para el poeta, poesía es sinónimo de mujer: “Poesía eres tú (…) La poesía eres tú, te lo he dicho, porque la poesía es el sentimiento y el sentimiento es la mujer… es, en una palabra el verbo poético hecho carne”

Estructura externa

El poema esta compuesto de 36 versos. Agrupados en una estrofa inicial de cuatro versos, seguida de cuatro estrofas de ocho versos cada una. La primera estrofa, de cuatro versos, tiene tres primeros versos endecasílabos y un cuarto verso pentasílabo. Mientras que en las otras cuatro estrofas restantes, los versos impares son endecasílabos y los pares son heptasílabos. A excepción del último verso de cada estrofa que es pentasílabo. La rima es asonante en los versos pares (í-a). Por lo tanto, la estructura métrica es: 11-, 11A, 11-, 6a / 11-, 7a, 11-, 7a, 11-, 7a, 11-, 7a / 11-, 7a, 11-, 7a, 11-, 7a, 11-, 7a / 11-, 7a, 11-, 7a, 11-, 7a, 11-, 7a / 11-, 7a, 11-, 7a, 11-, 7a, 11-, 7a

Figuras retóricas

* La anáfora, al principio de casi todos los versos impares a partir de la segunda estrofa se repite la palabra “mientras”.
*El hipérbaton, alteración del orden habitual de los elementos de una frase, aparece en los versos 13-14 “Mientras la ciencia a descubrir no alcance las fuentes de la vida“,verso 33: “Mientras sentirse se pueda en un beso”
* Personificación: verso7/8 ”el sol las desgarradas nubes de fuego y oro vista”, verso 21 “ríe el alma”, verso 22 “labios rían”, verso 23 “el llanto acuda”
* La metáfora, substitución del nombre de una cosa por el de otra que es semejante en algún aspecto, en el verso 2, “la lira”, equivale a la poesía.

*  Exclamación retórica, oración que llama la atención y siempre va entre exclamaciones, éste recurso aparece al final de todas las estrofas “¡habrá poesía!”,que también se puede decir que es un estribillo, con este recurso quiere dejar claro lo que afirma, como si fuese una verdad en la que se tiene que creer.
* Predominan los encabalgamientos, el contenido de una frase no acaba en un verso sino que sigue en el otro en todas las estrofas excepto en la primera, dónde aparecen las esticomitias, la frase acaba en el mismo verso, excepto en el verso 3 que hay un encabalgamiento con el 4.



RIMA IV (39)

No digáis que agotado su tesoro,
de asuntos falta, enmudeció la lira;
podrá no haber poetas; pero siempre
habrá poesía.

Mientras las ondas de la luz al beso
palpiten encendidas,
mientras el sol las desgarradas nubes
de fuego y oro vista,
mientras el aire en su regazo lleve
perfumes y armonías,
mientras haya en el mundo primavera,
¡habrá poesía!

Mientras la humana ciencia no descubra
las fuentes de la vida,
y en el mar o en el cielo haya un abismo
que al cálculo resista,
mientras la humanidad siempre avanzando
no sepa a do camina,
mientras haya un misterio para el hombre,
¡habrá poesía!

Mientras se sienta que se ríe el alma,
sin que los labios rían;
mientras se llore, sin que el llanto acuda
a nublar la pupila;
mientras el corazón y la cabeza
batallando prosigan,
mientras haya esperanzas y recuerdos,
¡habrá poesía!

Mientras haya unos ojos que reflejen
los ojos que los miran,
mientras responda el labio suspirando
al labio que suspira,
mientras sentirse puedan en un beso
dos almas confundidas,
mientras exista una mujer hermosa,
¡habrá poesía!

Antonio Gala: "Anillos para una Dama" -comparación con: "El Poema del Cid"-


Antonio Gala y Anillos para una dama.

Antonio Ángel Custodio nace en Brazatortas en 1936.  Es licenciado en Derecho, Filosofía y Letras y Ciencias Políticas y Económicas, desde 1963 se dedica por entero a la literatura. Ha cultivado todos los géneros: la poesía, la novela, el guión televisivo y el periodismo, además del teatro.

Los temas recurrentes en la obra de Gala son la frustración y la soledad. Gala manifiesta una simbología compleja, no tanto por su significado como por su vaguedad e inconcreción.

Su primera obra es Los campos del Edén (1963), por la cual recibe el premio Calderón de la Barca.

Anillos para una dama, como tantas otras obras, había sufrido también el problema de la censura. Pasó en el año 1971 de la Sección de Censura Teatral a la Junta de Censura de Medios de Comunicación Social. Entre una cosa y otra estuvo detenida dos años en el Ministerio.

Se estrena el mismo año en el que fue publicada en el Teatro Eslava de Madrid el día 28 de Septiembre de 1973 bajo la dirección de José Luis Alonso.

Fue publicada por primera vez en el año 1974, época de transición en la cual España logra pasar sin grandes traumas de una dictadura, más concretamente la de Francisco Franco, a un Estado social y democrático.


Análisis de los personajes presentes en Anillos para una dama y comparación con sus homónimos en el Poema del Cid.


Jimena

En el Poema del Cid la familia del campeador juega un papel secundario. Jimena a sus catorce años se casa con Don Rodrigo por motivos de estado. Vive en un convento donde su marido la dejó para resguardarla cuando parte al destierro; si bien no estaba acompañada por él, recibía regalos de su parte, símbolos de que estaba presente en sus pensamientos. Es descripta por su marido como una esposa honrada: “Es verdad doña Jimena, esposa honrada y bendita,/tanto cariño os tengo, como tengo al alma mía”[1]. En la obra se la presenta como una mujer sumisa, no discute con su esposo sobre las decisiones que él toma, dedicada a su familia y muy cristiana:

Esos abrazos y besos la madre dobles los daba:

“Id con Dios, dijo, hijas mías y que el Creador os valga,
el amor de vuestro padre y el mío os acompañan.
Id a Carrión, que tenéis allí heredades y casas;
me parece a mí, hijas mías, que os tengo bien casadas
”. [2]

En Anillos para una dama ya han pasado dos años de la muerte de Don Rodrigo y Jimena ronda los cuarenta años. Se respeta la historia de su casamiento y se agregan datos a cerca de su procedencia. A diferencia del cantar, nos encontramos con que su familia había sido conformada además de por su esposo y sus dos hijas, por Diego, su hijo varón el cual fue asesinado veinte años atrás. Aquí Jimena se encuentra acompañada únicamente por su hija María. De la mujer cristiana que se presenta en el Poema del Cid ya nada queda, en ningún momento de la obra pide a Dios, de hecho en la Primer Parte de la obra, mientras se encuentran en la celebración del segundo aniversario de la muerte del campeador, podemos ver que se la encuentra inquieta, haciendo comentarios inapropiados.

Con respecto al lenguaje que emplea encontramos un anacronismo lingüístico. Jimena utiliza un lenguaje moderno, con algunas palabras fuera del contexto de la época. Además su forma de comunicarse no es la que se veía apropiada en el tiempo en el que transcurre la obra.

De la Jimena sumisa y callada del relato del Cid ya no quedan rastros, aquí encontramos una mujer que lucha por sus ideales, capaz de defender con energía y optimismo lo que para ella es correcto y de enfrentarse a Alfonso y a cuanto tradicionalismo se interponga en su camino.

En esta obra Jimena se da cuenta que pasó toda su vida amargada al lado de un hombre que se dedicaba a conquistar tierras para dárselas al rey y que necesita disfrutar de su vida, o por lo menos lo que queda de ella; éste es el mensaje que desea transmitirle a su hija María a pesar de que ella hace oídos sordos a las palabras de su madre: “(…) Diviértete. Disfruta. Agarra con los dientes tu vida. La que creas que es tu vida, y que te maten antes de soltarla… ¡Vive, María, vive! (…)[3].

Jimena confiesa que a lo largo de su vida ha amado en silencio a Minaya. Pide permiso al rey para poder casarse con él, esta vez por amor y no por política: “yo no quiero casarme por política. Quiero casarme, pero por amor.”[4]. Su petición no es concedida ya que Alfonso cree que debe mantener la imagen de viuda del Cid. Ella manifiesta que ya representó por muchos años el papel de esposa y viuda fiel sin recibir nada a cambio y que ya es hora de aceptar que el Cid ha muerto y que cada uno debe seguir con su vida: “ (…) El Cid ha muerto. Yo he sido su mujer. Su memoria es sagrada… Pero yo sigo viva. Cerremos el paréntesis. Tachémoslo. No ha existido. Olvidado”[5]

Jimena no tiene más remedio que renunciar a su amor y seguir en el rol que le ha tocado, el de viuda inconsolable; es así como se resigna a morir en vida en San Pedro de Cardeña, llorando junto al féretro de su marido.


Minaya

En el Poema del Cid es uno de los personajes principales. Se lo describe como un hombre apuesto, bueno, alegre, sensible: “Álvar Fáñez y las damas llorando los tres están.[6].  Es el sobrino del Campeador, su favorito, el hombre de confianza, es su ayudante fiel: “Cabalgad en él, Minaya, que vos sois mi diestro brazo.[7]. En las batallas es un gran soldado y estratega:

Toda la noche emboscados el Cid y los suyos pasan,
que así se lo aconsejó Álvar Fáñez de Minaya.
"Cid Campeador que en buena hora ceñiste la espada,
ya que a Castejón tenemos tendida buena celada,
vos os quedaréis aquí con cien hombres a la zaga
y yo haré una correría con doscientos en vanguardia;
con Dios y con vuestra suerte será la empresa ganada."
[8]

Es el mensajero y embajador del Cid ante su familia, el rey  y los Infantes de Carrión:

Si así os place, Minaya, y no os parece mal,
mandaros quiero a Castilla donde está nuestra heredad.
A nuestro rey don Alfonso, que es mi señor natural,
de estas ganancias que hemos conquistado por acá
darle quiero cien caballos, ídselos vos a llevar,
por mí besadle la mano, y con empeño rogad
que a mi mujer y a mis hijas, que allí en Castilla están,
si a tanto alcanza su gracia, me las deje ya sacar.
[9].

En el cantar no se puede detectar ninguna señal de amor hacia Jimena, de hecho aparecen juntos en algunos pocos episodios, cuando él hace de mensajero del Cid y cuando la escolta a Valencia a encontrarse con su marido.

En Anillos para una dama sigue siendo un hombre fiel al Cid, continúa honrándolo lo que le impide continuar con su vida, tal como Antonio Gala nos lo dice en su obra: “ es demasiado fiel a lo que ha muerto y eso le impide transformar el futuro [10]; y el mismo Minaya se lo dice a Jimena en la obra: “Si querías olvidar a Rodrigo por el camino de Minaya, mal camino elegiste: Minaya siempre acabaría por conducirte de nuevo a Rodrigo.[11].

Según Jimena en la historia le ha tocado un papel muy cómodo, el de echar de menos: “Tú y yo sabemos que el oficio que te ha dado la vida fue muy cómodo: echar de menos. Soñar siempre con alguien que, cuando conociste iba a ser de otro.”[12]

Minaya ha sido siempre el segundo. Se ha conformado con ser siempre el silencioso y fiel enamorado de Jimena. Tal como dice ella en la obra es valiente en la batalla pero cobarde en el amor, no lucha, se da por vencido antes de intentarlo

Alfonso

En un comienzo del Poema del Cid, el rey Alfonso se nos presenta como un rey parcial y arbitrario: ha desterrado al ilustre vasallo dejándose llevar por las malas lenguas, y pasa, al promediar el Cantar a ser justiciero (actúa como instrumento del estado y llega a ganarse el nombre de “bueno”). Apenas iniciada la narración los burgaleses niegan la bondad del rey: “¡Qué buen vasallo sería si tuviese buen señor!”[13]. Luego comienza el ascenso en el plano de admiración del rey: va reconociendo los valores de su vasallo. Él siempre tiene la razón.

Con las afrentas de Corpes queda deshonrado ya que es él quien ha casado a las hijas del Cid con los Infantes. Don Rodrigo le exige que asuma su responsabilidad. Le incumbe a Alfonso ser instrumento de la justicia y convocar a las Cortes de Toledo para reivindicar su honra, lavar la del Cid y lucir la grandeza moral que se ha ganado como rey generoso y bondadoso.

Frente al destierro es pasivo y receptivo, con las acciones del campeador, reacciona permitiendo la partida de quienes quieran acompañarlo (después de Castejón), la familia (después de Alcocer) y el perdón y los casamientos (después de Valencia). De rey injusto que destierra a justo que perdona. De rey que casa y provoca un mal involuntario a un rey que deja todo en manos de la justicia y busca la ley como autoridad superior

En Anillos para una dama advertimos que Alfonso es tío de Jimena y que es él quien la obliga a casarse con el Cid a los catorce años por motivos políticos: “Razón de Estado, hija. En la familia todos hemos hecho cosas muy raras por razones de Estado: prefiero no acordarme…[14]

En la obra parece ser un rey imparcial, un hombre democrático que tiene en cuenta los intereses y deseos del resto, pero no es así; todas sus acciones y decisiones son tomadas por algún interés en particular y generalmente el beneficiado es él. Para llegar a los resultados que espera y tomar las decisiones que toma alega cuestiones de estado. Es autoritario, se hace llamar a sí mismo emperador.

Aquí revela que fue él el culpable de los años de encierro de Jimena en el segundo destierro:

Porque quería que tu madre se quedase conmigo. Es mi sobrina, ¿no? Le tengo afecto. No la iba a dejar irse con un loco, trotando España adelante, enterándose mañana de lo que debería haber comido hoy, durmiendo como una titiritera en los parajes, haciendo cucamonas a los reyes de taifas, andando igual que un búcaro a punto de romperse… tu madre tuvo buenos pañales: no es ningún guerrillero.[15]

Pero no le bastó con esto, en Anillos para una dama vemos como nuevamente, haciendo uso de su autoridad y para su propia conveniencia, encierra a Jimena en Valencia, cuando ella confiesa su amor hacia Minaya y el deseo de casarse con él:

Siempre hay algo peor que lo peor… Me encontraba en las últimas, reclamo la ayuda del rey para que me libere de los moros, llega el rey, me libera… y va y me mete presa.[16]

El rey no está ni a favor ni en contra de la relación entre Jimena y Minaya, lo único que el quiere es que no se haga pública, porque ella debe seguir siendo vista como la viuda del Cid.

Alfonso opina que los reinados sólo son útiles para medir el paso del tiempo y los sucesos que acontecen en ese tiempo. Él quería un reinado con perfil bajo, sin muchos acontecimientos.  Reconoce que el Cid es un héroe pero sabe que teniéndolo al lado opacará los pequeños renglones de Historia que le tocaban:

Un rey no tiene por qué ser quien más brilla. Los reyes somos la manera de medirse la Historia. Hasta aquí, desde aquí… Cuando más brilla el súbdito, más gloria cabe al rey… Yo procuro cumplir mi oficio honestamente. No me gustan las exageraciones. Soy burgués, lo confieso. Mi reino es de este mundo. Las proporciones excesivas me producen alergia. Y, en ese sentido, al Cid no había quien lo aguantara… El pequeño párrafo que a mi me corresponda en un texto de Historia, él lo desmesuró. Se pasaba la vida saliéndose de madre, y eso no es de buen gusto.[17]

Sabe que el Cid fue superior y que no puede compararse con él, lo cual aclara en s conversación con María: “Yo no me estoy midiendo con tu padre. Sé que, ni aún con corona, le llegaría al hombro… Por eso no pudimos entendernos.”[18]

Obispo Jerónimo

En el Poema del Cid aparece por primera vez en el segundo cantar. Se une al Cid después de dejar atrás las tierras del Rey Alfonso. Era una persona culta y sensata.

Cuando con estas noticias todos se están alegrando             de tierras de por Oriente un gran clérigo ha llegado:
el obispo don Jerónimo era por nombre llamado.
Mucho entendía de letras, es en todo muy sensato,
lo mismo a pie que a caballo era guerrero esforzado.[19]

Nombrado Obispo por don Rodrigo: “A este bueno don Jerónimo ya le nombraron obispo./Danle por sede Valencia, donde puede ser muy rico.”[20]. A lo largo del Poema fue el encargado de dar las misas antes de las batallas y de dar la absolución a todos los guerreros. Era un buen guerrero y muy valiente. En varias oportunidades pide al Cid ser el que abra la batalla:

Por segunda vez se oían los gallos antes del alba;
el obispo don Jerónimo una misa les cantaba,
cuando la misa acabó buena absolución les daba.
"El que en la lucha muriere peleando cara a cara
de sus pecados le absuelvo y Dios cogerá su alma.
A vos, Cid Campeador, que en buen hora ciñó espada,
una misa os acabo de cantar esta mañana,
y en cambio pediros quiero que me otorguéis una gracia,
y es que los primeros golpes sean dados por mi espada".[21]

Jerónimo era leal al Cid, una de las personas de confianza. Fue uno de los encargados de cuidar a Jimena y sus hijas cuando éstas se dirigían a Valencia y además acompañó al Cid a las vistas.

En Anillos para una dama comienza la obra dando la misa en conmemoración del segundo aniversario de la muerte del Cid. Es un personaje que presenta signos de vejez, como por ejemplo, sordera, lo cual le atribuye un tono un tanto cómico a la obra. Al igual que en el relato del Cid, utiliza un lenguaje culto.

Recuerda con gran admiración a don Rodrigo y los momentos compartidos en la guerra junto a él: “Combatí junto al Cid Campeador en los cercos de Almenara y Murviedro. Éramos muy poquitos. Y ganamos[22]. Para el Obispo “El Cid es in-sus-ti-tui-ble[23].

En el momento de la obra se encuentra unido a Alfonso y al poder que éste representa. Se niega a los cambios, es conservados y tradicionalista. Está en contra del casamiento de Jimena con Minaya.

María

En el Poema del Cid es llamada doña Sol, su participación en la historia es para darle una imagen mas humana al Cid. Es nombrada siempre junto a su hermana (Doña Elvira). Son obedientes a su padre y muy agradecidas.

Se casa dos veces: la primera con uno de los Infantes de Carrión y la segunda con Ramón Berenguer III, Conde de Barcelona.

En el Cantar María refleja ser un prototipo femenino típico del Medioevo, sin voluntad propia y siempre obedeciendo al hombre de la familia.

En Anillos para una dama cumple un rol más participativo, se encuentra en Valencia en representación de los intereses de su marido. Aquí, al igual que en el Cantar, se encuentra casada dos veces.

En esta obra podemos destacar su carácter fuerte y el constante desacuerdo con su madre.

No acepta la idea de Jimena de casarse por amor con Minaya, para ella el casamiento es un mero y necesario arreglo político. El amor es una cosa de criados, algo totalmente absurdo.

Tiene una imagen intachable de su padre. Para ella don Rodrigo fue un héroe al cual todos deberían estar agradecidos

 Costanza

En el Poema del Cid no se la encuentra nombrada. Es posible deducir que sea una de las criadas que acompañan a la familia del Campeador a San Pedro de Cardeña y a Valencia: “Para mi esposa Jimena os entrego aquí cien marcos;/a ella, a sus hijas y damas podréis servir este año[24].

En Anillos para una dama es la dama de compañía de Jimena, tiene aproximadamente entre sesenta y setenta años. Es quien escucha a Jimena. En un principio muestra fidelidad a su ama e intenta ayudarla a luchar por su amor con Minaya; pero al transcurrir la obra la traiciona, en acuerdo con Alfonso pretende tenderle una emboscada en su último encuentro con Minaya.

El Cid

En el Poema del Cid es el protagonista, un héroe en busca de recuperar su honra y lo logra mediante la acción guerrera (batallas) y la acción jurídica (Cortes de Toledo).

Es un gran guerrero, valiente e inteligente. Es desterrado por el rey Alfonso en dos oportunidades, pero a pesar de ello sigue sirviéndole e intentando recuperar su confianza.

Respecto a la clase social a la que pertenece, el Cid es un infanzón, caballero de alta jerarquía en la clase de los hijodalgo.

En Anillos para una dama lleva dos años de muerto. La imagen de héroe que él dejó lleva a desencadenar muchos de los problemas a lo largo de la obra.

Se lo recuerda como un gran hombre y guerrero por haber recuperado Valencia de los moros. Pero a su vez se lo critica. Alfonso se queja de que sus obras fueron demasiado grandes y, si bien recuperó Valencia, sólo él podía mantenerla. Para el rey, don Rodrigo era un problema. Jimena no emite muchos juicios sobre su vida como guerrero, solamente destaca sus defectos como esposo y amante, los cuales ella cree que son a causa de la vida que llevaba.


Personajes históricos

Jimena

Es la histórica Jimena Díaz, hija del conde de Asturias don Diego Rodríguez y de una dama probablemente llamada Cristina Fernández. Es sobrina del emperador Alfonso VI de León.

Se Casó en julio de 1074 con don Rodrpigo Diaz como política de acercamiento entre los nobles de Alfonso VI. Con el Cid, Jimena tuvo tres hijos, tal como relata la obra de Antonio Gala: Cristina, Diego y María.

En 1081, tras el destierro del Campeador, vivió con sus hijas en un monasterio situado en San Pedro de Cardeña.

A la muerte del Cid en 1099 intentó mantener Valencia a salvo de los ataques musulmanes, pero no lo logró.

 En 1102 la ciudad de Valencia fue ocupada y Jimena y la población fueron escoltados por el ejército del Rey de León Alfonso VI. Se retiró al monasterio de San Pedro de Cardeña, en el que murió hacia 1115.

Fue enterrada junto al Cid en el Monasterio de San Pedro de Cardeña. En 1921 sus restos fueron trasladados junto a los del Cid a la Catedral de Burgos, donde actualmente permanecen.


Minaya

No vivió tan inseparablemente unido a las hazañas de su tío el Campeador como el Poema del Cid supone.

Su firma aparece en  algunos documentos otorgados por los reyes de Castilla entre los años 1076 y 1093 por lo cual se deduce que o no acompañó al Cid en su destierro, o, si le acompañó fue por poco tiempo.
Fue a Valencia (1085-1086) antes que el Cid. En 1099, antes de morir el Cid, Álbar Fáñez es derrotado en Cuenca por los Almorávides. No obstante, pudo acompañar algún tiempo su tío en Valencia, pues su nombre no figura mucho en los documentos de entonces.

Después de la muerte del Cid es "dominus de Zorita et de Santa Veria" (1107), y en 1109 es nombrado gobernador de Toledo "Toletule dux". En esta ciudad se llenó de gloria rechazando el encarnizado asedio que le puso el emperador de los almorávides Alí, en el año 1109.

En 1114 es muerto por los de Segovia, defendiendo los derechos de su reina Doña Urraca contra los partidarios del rey aragonés Alfonso el Batallador.

Alfonso

Alfonso VI de León, también llamado Alfonso el Bravo nació en el año 1047. Fue hijo del rey Fernando I de León y de su esposa, la reina Sancha de León.

Tras la muerte de su padre en 1065, Alfonso recibió el reino de León, a lo que se opuso su hermano Sancho, que había recibido Castilla. Alfonso fue derrotado en Llantada en 1068, y en Golpejera, en 1072, y fue obligado a exiliarse junto con su hermano García. A la muerte de Sancho, asesinado mientras asediaba a su hermana Urraca en Zamora, Alfonso fue llamado para ser coronado rey, pero antes tuvo que realizar, por instigación de la nobleza castellana encabezada por Rodrigo Díaz, el Cid, un juramento por el cual se auto exculpaba de haber tenido relación con la muerte de su hermano, acción conocida como la jura de Santa Gadea. En 1085, Alfonso VI logró apoderarse de Toledo, lo cual le dio un gran prestigio. Sin embargo, los reinos de taifas de Badajoz y Sevilla llamaron en su ayuda a los almorávides del norte de África, los cuales derrotaron a Alfonso VI en la batalla de Sagrajas, en 1086, acción militar que significó el punto de arranque una difícil etapa que marcaría los últimos años de su reinado.

Obispo don Jerónimo

Jerónimo de Perigord fue el primer obispo de la restaurada diócesis de Salamanca en 1102, por encargo de Raimundo de Borgoña, tras la repoblación de la ciudad.

Monje cluniacense, se dirigió a la península como parte del grupo de monjes de su orden enviados para abolir el rito hispánico o mozárabe y sustituirlo por el rito romano, en tiempos de Alfonso VI de León. A su llegada a la península, el arzobispo de Toledo le nombra canónigo.

Fue un tipo de clérigo frecuente en su época, que se encontraba más cómodo entre los guerreros en campaña que en las iglesias predicando. Hacia 1097 se une a las huestes del Cid, con las funciones de cualquier clérigo, decir misa antes de la batalla y prestar auxilio a los heridos y moribundos, pero además ejerce como guerrero, y este papel es el que se resalta de Jerónimo en el Poema del Mío Cid.

Jerónimo, pronto logra la confianza del Cid, quien le nombra capellán y sobre el 1098, obispo de Valencia, con la posterior confirmación de Alfonso VI. Tras la muerte del Cid continuará regentando la Diócesis de Valencia, hasta la pérdida de la ciudad en 1101. En 1102 es nombrado obispo de Salamanca y tras la muerte de Raimundo de Borgoña, en 1107, tanto Salamanca como Zamora pasan a ser controladas por el obispo, al ser también administrador de las diócesis de Ávila y Zamora. En Salamanca permanecería como obispo hasta su muerte en el año 1120, tras diecisiete años al frente de la diócesis.

A Salamanca llevó consigo la imagen del Cristo de las Batallas, que había sido utilizada por el Cid. La imagen todavía se conserva en la ciudad y desde entonces se le atribuyen milagros, representados en la catedral por José Sánchez de Velascos y recogidos mediante acta notarial en 1615.

Fue el promotor de la construcción de la Catedral Vieja, y en ella recibió su primera sepultura junto a un arco de la nave. En 1607 los restos del obispo fueron trasladados a un altar junto al Cristo de las Batallas, en la misma Catedral; no sería éste su último emplazamiento pues el 7 de enero de 1744 se depositan en una Capilla del Cristo de las Batallas de la Catedral Nueva donde permanecen en la actualidad.

María

Nació en el año 1077 y falleció en 1105. En el Poema del Cid es llamada por un nombre falso: doña Sol. Casada por primera vez con uno de los Infantes de Carrión y luego, en segundas nupcias con Ramón Berenguer III, Conde de Barcelona.

El Cid

Nació a mediados del siglo XI, la fecha no está correctamente establecida pero se calcula que estaría situada entre 1045 y 1051. Oriundo de Vivar del Cid, aldea que se encuentra a diez kilómetros de Burgos. Hijo de Diego Laínez, noble caballero de la Corte Castellana y de una hija de Rodrigo Álvarez de Asturias.

A los 15 años, tras morir su padre, se crió en la corte del rey Fernando I junto al hijo del monarca, el príncipe Sancho. Ambos crecieron juntos y trabaron buena amistad durante cinco años. Se educó en las letras y en las leyes.

Entre los años 1063 a 1072 fue el brazo derecho de don Sancho y luchó junto a él en Zaragoza, Coimbra, y Zamora, época en la cual fue armado primeramente caballero y también nombrado Alférez y "príncipe de la hueste" de Sancho II.

A los 23 años obtuvo el título de Campidoctor (campeador) tras vencer en duelo personal al alférez del reino de Navarra y a los 24 años ya era conocido como Mío Cid, expresión de cariño y admiración.

Con la muerte de Sancho, es Rodrigo el encargado de tomar la jura de Santa Gadea al nuevo rey castellano, Alfonso VI. De este hecho se hace referencia en la obra de Antonio Gala Anillos para una dama.

Por ira y envidia del Nuevo monarca, en 1081 fue desterrado por primera vez, acompañado por trescientos de los mejores caballeros del lugar. Esta etapa duró aproximadamente seis años. Regresa a Burgos . El almorávide Yusuf cruza en 1089 es estrecho de Gibraltar. El rey Alfonso pide ayuda pero Rodrigo no acude por lo cual es desterrado nuevamente en 1089.

En los diez años siguientes la fama del Cid aumentó. En menos de un años se hizo señor de los reinos moros de Lérida, Tortosa, Valencia, Denia, Albarracín y Alpuente.

En el año 1094, Rodrigo se convierte en el Señor de Valencia.

En 1097 muere en la batalla de Consuegra su único hijo varón, Diego; y el domingo 10 de julio de 1099 muere él.


Intención de la obra


Antonio Gala no ha pretendido escribir teatro histórico, sino teatro actual con referencia histórica; es por esto que, si bien se aluden a muchos hechos históricos concretos y a personajes que pertenecieron a la historia, imprime a su obra un aire de intemporalidad. La literatura hará que la historia oficial dejé de ser vista como una verdad absoluta, ofrecerá una historia entre líneas, una visión diferente. Se escucharán las voces de aquellos que fueron dejados de lado en la historia.

El escritor por una parte nos muestra las frustraciones de un ser humano común, la lucha que éste hace por la libertad como requisito indispensable para la vida. Por otra, pone en entredicho los principios en los que se sustenta el poder y los valores tradicionales. Estos entredichos surgen como una crítica a la dictadura de Francisco Franco.

En Anillos par una dama el deseo de libertad presente cobra un doble sentido en la España de 1973 donde el dictador Franco camina hacia la muerte. El simbolismo oculto, pero a la vez intencional, utilizado por Gala sirve para denunciar los abusos de poder de aquel que en 1937 fue proclamado autoridad absoluta de España.

En la obra, Jimena simboliza el futuro deseo de España de caminar sola. El autor elige a una mujer medieval con características que no son propias de la época. Ella se nos presenta como una mujer con ansias de cambiar lo establecido, es una luchadora incansable que pelea contra viento y marea para conseguir sus objetivos.

Alfonso representa el autoritarismo. Al igual que Franco, él únicamente responde ante Dios y ante la Historia. Ambos son capaces de intervenir en todos los ámbitos de la sociedad a la que pertenecen para lograr resultados convenientes para su causa.

Minaya y María representan a dos sectores de la sociedad que se encontraban en esta época de transición hacia la democracia. El soldado personifica en la obra a un sector, el cual, por temor, se encuentra sumido en silencio dejando de lado sus sueños por miedo al poder establecido. La hija del Cid, en cambio, nos muestra la sociedad que estaba a favor del dictador, pero no por compartir su ideología, sino por simple conveniencia.

El Cid es la imagen de lo que España había sido. La imagen del héroe que impone orden. Un mito que, si se mantenía vivo, mantendría la unidad nacional.

A su vez en Anillos para un dama se representa el papel que tenía la mujer en la época de la dictadura franquista. La mujer vuelve a asumir el papel que tenía en la Edad media, el de madre y esposa. Sin derechos constitucionales, sin voz ni voto, sin acceso al mercado laboral.


Bibliografía



Anillos para una dama:



GALA, Antonio, “Anillos para una dama” ,  Editorial Edaf, Bs. As., 2001, 271 páginas



http://www.alipso.com/monografias/anillos/   consultada 31 de octubre de 2010



http://es.wikipedia.org/wiki/Anillos_para_una_dama consultada 31 de octubre de 2010



http://www.jstor.org/pss/30203230 consultada 2 de noviembre de 2010






Poema del Cid



ANÓNIMO, “Poema del Cid“, Ed. Losada, Bs. As., 2004, 275 páginas









Otros:



Apuntes de la cátedra Literatura Española I, 2009.






http://es.wikipedia.org/wiki/Francisco_Franco  consultada 5 de noviembre de 2010











[1] ANÓNIMO, “Poema del Cid“, Ed. Losada, Bs. As., 2004, Pág. 35, T: 16 V:282 - 284
[2] Ibíd, Pág. 201, T:125 V:2602 - 2606
[3] GALA, Antonio, “Anillos para una dama“, Ed. Edaf, Bs. As., 2001, Pág. 164
[4] Ibíd.  Pág. 190
[5] Ibíd.  Pág. 187
[6] ANÓNIMO, “Poema del Cid“, Ed. Losada, Bs. As., 2004, Pág. 219, T: 132 V:2863
[7] Ibíd. Pág. 69, T: 38 V: 752
[8] Ibíd.  Pág. 47, T:23 V: 439 - 444
[9] Ibíd. Pág. 111, T: 77 V: 1270 - 1277
[10] GALA, Antonio, “Anillos para una dama“, Ed. Edaf, Bs. As., 2001, Pág. 150
[11] Ibíd. Pág. 212
[12] Ibíd. Pág. 171
[13] ANÓNIMO, “Poema del Cid“, Ed. Losada, Bs. As., 2004, Pág. 17, T: 4 V:20
[14] GALA, Antonio, “Anillos para una dama“, Ed. Edaf, Bs. As., 2001, Pág. 187
[15] Ibíd. Pág. 186
[16] Ibíd. Pág. 192
[17] Ibíd. Pág. 183
[18] Ibíd. Pág. 185
[19] ANÓNIMO, “Poema del Cid“, Ed. Losada, Bs. As., 2004, Pág. 113, T:78 V: 1288 - 1291
[20] Ibíd. Pág. 113, T:79 V: 1302 - 1303
[21] Ibíd. Pág. 139, T: 94 V: 1701 - 1709
[22] GALA, Antonio, “Anillos para una dama“, Ed. Edaf, Bs. As., 2001, Pág. 180
[23] Ibíd. Pág. 185
[24] ANÓNIMO, “Poema del Cid“, Ed. Losada, Bs. As., 2004, Pág. 33, T:14 V: 253 - 254.