Antonio Gala y Anillos
para una dama.
Antonio Ángel Custodio nace en
Brazatortas en 1936. Es licenciado en
Derecho, Filosofía y Letras y Ciencias Políticas y Económicas, desde 1963 se
dedica por entero a la literatura. Ha cultivado todos los géneros: la poesía,
la novela, el guión televisivo y el periodismo, además del teatro.
Los temas recurrentes en la obra de
Gala son la frustración y la soledad. Gala manifiesta una simbología compleja,
no tanto por su significado como por su vaguedad e inconcreción.
Su primera obra es Los campos
del Edén (1963), por la cual recibe el premio Calderón de la
Barca.
Anillos para una dama, como tantas otras obras, había
sufrido también el problema de la censura. Pasó en el año 1971 de la Sección de
Censura Teatral a la Junta de Censura de Medios de Comunicación Social. Entre
una cosa y otra estuvo detenida dos años en el Ministerio.
Se estrena el mismo año en el que fue
publicada en el Teatro Eslava de Madrid el día 28 de Septiembre de 1973 bajo la
dirección de José Luis Alonso.
Fue publicada por primera vez en el año
1974, época de transición en la cual España logra pasar sin grandes traumas de
una dictadura, más concretamente la de Francisco Franco, a un Estado social y
democrático.
Jimena
En el Poema del Cid la
familia del campeador juega un papel secundario. Jimena a sus catorce años se
casa con Don Rodrigo por motivos de estado. Vive en un convento donde su marido
la dejó para resguardarla cuando parte al destierro; si bien no estaba acompañada
por él, recibía regalos de su parte, símbolos de que estaba presente en sus
pensamientos. Es descripta por su marido como una esposa honrada: “Es verdad
doña Jimena, esposa honrada y bendita,/tanto cariño os tengo, como tengo al
alma mía”[1]. En la obra se la presenta como una mujer sumisa, no
discute con su esposo sobre las decisiones que él toma, dedicada a su familia y
muy cristiana:
Esos
abrazos y besos la madre dobles los daba:
“Id con Dios,
dijo, hijas mías y que el Creador os valga,
el amor de vuestro padre y el mío os acompañan.
Id a Carrión, que tenéis allí heredades y casas;
me parece a mí, hijas mías, que os tengo bien casadas”. [2]
el amor de vuestro padre y el mío os acompañan.
Id a Carrión, que tenéis allí heredades y casas;
me parece a mí, hijas mías, que os tengo bien casadas”. [2]
En Anillos para una dama
ya han pasado dos años de la muerte de Don Rodrigo y Jimena ronda los cuarenta
años. Se respeta la historia de su casamiento y se agregan datos a cerca de su
procedencia. A diferencia del cantar, nos encontramos con que su familia había
sido conformada además de por su esposo y sus dos hijas, por Diego, su hijo varón
el cual fue asesinado veinte años atrás. Aquí Jimena se encuentra acompañada únicamente
por su hija María. De la mujer cristiana que se presenta en el Poema del
Cid ya nada queda, en ningún momento de la obra pide a Dios, de hecho
en la Primer Parte de la obra, mientras se encuentran en la celebración del
segundo aniversario de la muerte del campeador, podemos ver que se la encuentra
inquieta, haciendo comentarios inapropiados.
Con respecto al lenguaje que emplea
encontramos un anacronismo lingüístico. Jimena utiliza un lenguaje moderno, con
algunas palabras fuera del contexto de la época. Además su forma de comunicarse
no es la que se veía apropiada en el tiempo en el que transcurre la obra.
De la Jimena sumisa y callada del
relato del Cid ya no quedan rastros, aquí encontramos una mujer que lucha por
sus ideales, capaz de defender con energía y optimismo lo que para ella es
correcto y de enfrentarse a Alfonso y a cuanto tradicionalismo se interponga en
su camino.
En esta obra Jimena se da cuenta que
pasó toda su vida amargada al lado de un hombre que se dedicaba a conquistar
tierras para dárselas al rey y que necesita disfrutar de su vida, o por lo
menos lo que queda de ella; éste es el mensaje que desea transmitirle a su hija
María a pesar de que ella hace oídos sordos a las palabras de su madre: “(…) Diviértete.
Disfruta. Agarra con los dientes tu vida. La que creas que es tu vida, y que te
maten antes de soltarla… ¡Vive, María, vive! (…)”[3].
Jimena confiesa que a lo largo de su
vida ha amado en silencio a Minaya. Pide permiso al rey para poder casarse con él,
esta vez por amor y no por política: “yo no quiero casarme por política.
Quiero casarme, pero por amor.”[4]. Su petición no es concedida ya que
Alfonso cree que debe mantener la imagen de viuda del Cid. Ella manifiesta que
ya representó por muchos años el papel de esposa y viuda fiel sin recibir nada
a cambio y que ya es hora de aceptar que el Cid ha muerto y que cada uno debe seguir
con su vida: “ (…) El Cid ha muerto. Yo he sido su mujer. Su memoria es
sagrada… Pero yo sigo viva. Cerremos el paréntesis. Tachémoslo. No ha existido.
Olvidado”[5]
Jimena no tiene más remedio que
renunciar a su amor y seguir en el rol que le ha tocado, el de viuda
inconsolable; es así como se resigna a morir en vida en San Pedro de Cardeña,
llorando junto al féretro de su marido.
Minaya
En el Poema del Cid es
uno de los personajes principales. Se lo describe como un hombre apuesto,
bueno, alegre, sensible: “Álvar Fáñez y las damas llorando los tres están.”[6].
Es el sobrino del Campeador, su favorito, el hombre de confianza, es su
ayudante fiel: “Cabalgad en él, Minaya, que vos sois mi diestro brazo.” [7]. En las batallas es un gran soldado
y estratega:
Toda la noche
emboscados el Cid y los suyos pasan,
que así se lo aconsejó Álvar Fáñez de Minaya.
"Cid Campeador que en buena hora ceñiste la espada,
ya que a Castejón tenemos tendida buena celada,
vos os quedaréis aquí con cien hombres a la zaga
y yo haré una correría con doscientos en vanguardia;
con Dios y con vuestra suerte será la empresa ganada."[8]
que así se lo aconsejó Álvar Fáñez de Minaya.
"Cid Campeador que en buena hora ceñiste la espada,
ya que a Castejón tenemos tendida buena celada,
vos os quedaréis aquí con cien hombres a la zaga
y yo haré una correría con doscientos en vanguardia;
con Dios y con vuestra suerte será la empresa ganada."[8]
Es el mensajero y embajador del Cid
ante su familia, el rey y los Infantes
de Carrión:
Si así os place,
Minaya, y no os parece mal,
mandaros quiero a Castilla donde está nuestra heredad.
A nuestro rey don Alfonso, que es mi señor natural,
de estas ganancias que hemos conquistado por acá
darle quiero cien caballos, ídselos vos a llevar,
por mí besadle la mano, y con empeño rogad
que a mi mujer y a mis hijas, que allí en Castilla están,
si a tanto alcanza su gracia, me las deje ya sacar. [9].
mandaros quiero a Castilla donde está nuestra heredad.
A nuestro rey don Alfonso, que es mi señor natural,
de estas ganancias que hemos conquistado por acá
darle quiero cien caballos, ídselos vos a llevar,
por mí besadle la mano, y con empeño rogad
que a mi mujer y a mis hijas, que allí en Castilla están,
si a tanto alcanza su gracia, me las deje ya sacar. [9].
En el cantar no se puede detectar
ninguna señal de amor hacia Jimena, de hecho aparecen juntos en algunos pocos
episodios, cuando él hace de mensajero del Cid y cuando la escolta a Valencia a
encontrarse con su marido.
En Anillos para una dama sigue
siendo un hombre fiel al Cid, continúa honrándolo lo que le impide continuar
con su vida, tal como Antonio Gala nos lo dice en su obra: “ es demasiado
fiel a lo que ha muerto y eso le impide transformar el futuro [10]; y el mismo Minaya se lo dice a
Jimena en la obra: “Si querías olvidar a Rodrigo por el camino de Minaya,
mal camino elegiste: Minaya siempre acabaría por conducirte de nuevo a Rodrigo.”[11].
Según Jimena en la historia le ha
tocado un papel muy cómodo, el de echar de menos: “Tú y yo sabemos que el
oficio que te ha dado la vida fue muy cómodo: echar de menos. Soñar siempre con
alguien que, cuando conociste iba a ser de otro.”[12]
Minaya ha sido siempre el segundo. Se
ha conformado con ser siempre el silencioso y fiel enamorado de Jimena. Tal
como dice ella en la obra es valiente en la batalla pero cobarde en el amor, no
lucha, se da por vencido antes de intentarlo
Alfonso
En un comienzo del Poema del
Cid, el rey Alfonso se nos presenta como un rey parcial y arbitrario:
ha desterrado al ilustre vasallo dejándose llevar por las malas lenguas, y
pasa, al promediar el Cantar a ser justiciero (actúa como instrumento del
estado y llega a ganarse el nombre de “bueno”). Apenas iniciada la narración
los burgaleses niegan la bondad del rey: “¡Qué buen vasallo sería si tuviese
buen señor!”[13]. Luego comienza el ascenso en el
plano de admiración del rey: va reconociendo los valores de su vasallo. Él
siempre tiene la razón.
Con las afrentas de Corpes queda
deshonrado ya que es él quien ha casado a las hijas del Cid con los Infantes.
Don Rodrigo le exige que asuma su responsabilidad. Le incumbe a Alfonso ser
instrumento de la justicia y convocar a las Cortes de Toledo para reivindicar
su honra, lavar la del Cid y lucir la grandeza moral que se ha ganado como rey
generoso y bondadoso.
Frente al destierro es pasivo y
receptivo, con las acciones del campeador, reacciona permitiendo la partida de
quienes quieran acompañarlo (después de Castejón), la familia (después de
Alcocer) y el perdón y los casamientos (después de Valencia). De rey injusto
que destierra a justo que perdona. De rey que casa y provoca un mal
involuntario a un rey que deja todo en manos de la justicia y busca la ley como
autoridad superior
En Anillos para una dama advertimos
que Alfonso es tío de Jimena y que es él quien la obliga a casarse con el Cid a
los catorce años por motivos políticos: “Razón de Estado, hija. En la
familia todos hemos hecho cosas muy raras por razones de Estado: prefiero no
acordarme…”[14]
En la obra parece ser un rey
imparcial, un hombre democrático que tiene en cuenta los intereses y deseos del
resto, pero no es así; todas sus acciones y decisiones son tomadas por algún
interés en particular y generalmente el beneficiado es él. Para llegar a los
resultados que espera y tomar las decisiones que toma alega cuestiones de
estado. Es autoritario, se hace llamar a sí mismo emperador.
Aquí revela que fue él el culpable de
los años de encierro de Jimena en el segundo destierro:
Porque quería que
tu madre se quedase conmigo. Es mi sobrina, ¿no? Le tengo afecto. No la iba a
dejar irse con un loco, trotando España adelante, enterándose mañana de lo que
debería haber comido hoy, durmiendo como una titiritera en los parajes,
haciendo cucamonas a los reyes de taifas, andando igual que un búcaro a punto
de romperse… tu madre tuvo buenos pañales: no es ningún guerrillero.[15]
Pero no le bastó con esto, en Anillos
para una dama vemos como nuevamente, haciendo uso de su autoridad y para su
propia conveniencia, encierra a Jimena en Valencia, cuando ella confiesa su
amor hacia Minaya y el deseo de casarse con él:
Siempre hay algo
peor que lo peor… Me encontraba en las últimas, reclamo la ayuda del rey para
que me libere de los moros, llega el rey, me libera… y va y me mete presa.[16]
El rey no está ni a favor ni en
contra de la relación entre Jimena y Minaya, lo único que el quiere es que no
se haga pública, porque ella debe seguir siendo vista como la viuda del Cid.
Alfonso opina que los reinados sólo
son útiles para medir el paso del tiempo y los sucesos que acontecen en ese
tiempo. Él quería un reinado con perfil bajo, sin muchos acontecimientos. Reconoce que el Cid es un héroe pero sabe que
teniéndolo al lado opacará los pequeños renglones de Historia que le tocaban:
Un rey no tiene
por qué ser quien más brilla. Los reyes somos la manera de medirse la Historia.
Hasta aquí, desde aquí… Cuando más brilla el súbdito, más gloria cabe al rey…
Yo procuro cumplir mi oficio honestamente. No me gustan las exageraciones. Soy
burgués, lo confieso. Mi reino es de este mundo. Las proporciones excesivas me
producen alergia. Y, en ese sentido, al Cid no había quien lo aguantara… El
pequeño párrafo que a mi me corresponda en un texto de Historia, él lo desmesuró.
Se pasaba la vida saliéndose de madre, y eso no es de buen gusto.[17]
Sabe que el Cid fue superior y que no
puede compararse con él, lo cual aclara en s conversación con María: “Yo no
me estoy midiendo con tu padre. Sé que, ni aún con corona, le llegaría al
hombro… Por eso no pudimos entendernos.”[18]
Obispo Jerónimo
En el Poema del Cid aparece
por primera vez en el segundo cantar. Se une al Cid después de dejar atrás las
tierras del Rey Alfonso. Era una persona culta y sensata.
Cuando con estas
noticias todos se están alegrando de tierras de por Oriente un gran clérigo
ha llegado:
el obispo don Jerónimo era por nombre llamado.
Mucho entendía de letras, es en todo muy sensato,
lo mismo a pie que a caballo era guerrero esforzado.[19]
el obispo don Jerónimo era por nombre llamado.
Mucho entendía de letras, es en todo muy sensato,
lo mismo a pie que a caballo era guerrero esforzado.[19]
Nombrado
Obispo por don Rodrigo: “A este bueno don Jerónimo ya le nombraron
obispo./Danle por sede Valencia, donde puede ser muy rico.”[20].
A lo largo del Poema fue el encargado de dar las misas antes de las
batallas y de dar la absolución a todos los guerreros. Era un buen guerrero y
muy valiente. En varias oportunidades pide al Cid ser el que abra la batalla:
Por segunda vez
se oían los gallos antes del alba;
el obispo don Jerónimo una misa les cantaba,
cuando la misa acabó buena absolución les daba.
"El que en la lucha muriere peleando cara a cara
de sus pecados le absuelvo y Dios cogerá su alma.
A vos, Cid Campeador, que en buen hora ciñó espada,
una misa os acabo de cantar esta mañana,
y en cambio pediros quiero que me otorguéis una gracia,
y es que los primeros golpes sean dados por mi espada".[21]
el obispo don Jerónimo una misa les cantaba,
cuando la misa acabó buena absolución les daba.
"El que en la lucha muriere peleando cara a cara
de sus pecados le absuelvo y Dios cogerá su alma.
A vos, Cid Campeador, que en buen hora ciñó espada,
una misa os acabo de cantar esta mañana,
y en cambio pediros quiero que me otorguéis una gracia,
y es que los primeros golpes sean dados por mi espada".[21]
Jerónimo era leal al Cid, una de las
personas de confianza. Fue uno de los encargados de cuidar a Jimena y sus hijas
cuando éstas se dirigían a Valencia y además acompañó al Cid a las vistas.
En Anillos para una dama comienza
la obra dando la misa en conmemoración del segundo aniversario de la muerte del
Cid. Es un personaje que presenta signos de vejez, como por ejemplo, sordera,
lo cual le atribuye un tono un tanto cómico a la obra. Al igual que en el
relato del Cid, utiliza un lenguaje culto.
Recuerda con gran admiración a don
Rodrigo y los momentos compartidos en la guerra junto a él: “Combatí junto
al Cid Campeador en los cercos de Almenara y Murviedro. Éramos muy poquitos. Y
ganamos”[22]. Para el Obispo “El Cid es
in-sus-ti-tui-ble”[23].
En el momento de la obra se encuentra
unido a Alfonso y al poder que éste representa. Se niega a los cambios, es
conservados y tradicionalista. Está en contra del casamiento de Jimena con
Minaya.
María
En el Poema del Cid es
llamada doña Sol, su participación en la historia es para darle una imagen mas
humana al Cid. Es nombrada siempre junto a su hermana (Doña Elvira). Son
obedientes a su padre y muy agradecidas.
Se casa dos veces: la primera con uno de los Infantes de
Carrión y la segunda con Ramón Berenguer III, Conde de Barcelona.
En el Cantar María refleja ser un prototipo femenino típico
del Medioevo, sin voluntad propia y siempre obedeciendo al hombre de la
familia.
En Anillos para una dama cumple un rol más
participativo, se encuentra en Valencia en representación de los intereses de
su marido. Aquí, al igual que en el Cantar, se encuentra casada dos veces.
En esta obra podemos destacar su carácter fuerte y el
constante desacuerdo con su madre.
No acepta la idea de Jimena de casarse por amor con Minaya,
para ella el casamiento es un mero y necesario arreglo político. El amor es una
cosa de criados, algo totalmente absurdo.
Tiene una imagen intachable de su padre. Para ella don
Rodrigo fue un héroe al cual todos deberían estar agradecidos
En el Poema del Cid no se la encuentra
nombrada. Es posible deducir que sea una de las criadas que acompañan a la
familia del Campeador a San Pedro de Cardeña y a Valencia: “Para mi esposa
Jimena os entrego aquí cien marcos;/a ella, a sus hijas y damas podréis servir
este año“[24].
En Anillos para una dama es la dama de compañía de Jimena,
tiene aproximadamente entre sesenta y setenta años. Es quien escucha a Jimena.
En un principio muestra fidelidad a su ama e intenta ayudarla a luchar por su
amor con Minaya; pero al transcurrir la obra la traiciona, en acuerdo con
Alfonso pretende tenderle una emboscada en su último encuentro con Minaya.
El Cid
En el Poema del Cid es el protagonista, un héroe
en busca de recuperar su honra y lo logra mediante la acción guerrera
(batallas) y la acción jurídica (Cortes de Toledo).
Es un gran guerrero, valiente e inteligente. Es desterrado
por el rey Alfonso en dos oportunidades, pero a pesar de ello sigue sirviéndole
e intentando recuperar su confianza.
Respecto a la clase social a la que pertenece, el Cid es un
infanzón, caballero de alta jerarquía en la clase de los hijodalgo.
En Anillos para una dama lleva dos años de
muerto. La imagen de héroe que él dejó lleva a desencadenar muchos de los
problemas a lo largo de la obra.
Se lo recuerda como un gran hombre y guerrero por haber
recuperado Valencia de los moros. Pero a su vez se lo critica. Alfonso se queja
de que sus obras fueron demasiado grandes y, si bien recuperó Valencia, sólo él
podía mantenerla. Para el rey, don Rodrigo era un problema. Jimena no emite
muchos juicios sobre su vida como guerrero, solamente destaca sus defectos como
esposo y amante, los cuales ella cree que son a causa de la vida que llevaba.
Personajes históricos
Jimena
Es la histórica Jimena Díaz, hija del conde de Asturias don
Diego Rodríguez y de una dama probablemente llamada Cristina Fernández. Es
sobrina del emperador Alfonso VI de León.
Se Casó en julio de 1074 con don Rodrpigo Diaz como política
de acercamiento entre los nobles de Alfonso VI. Con el Cid, Jimena tuvo tres
hijos, tal como relata la obra de Antonio Gala: Cristina, Diego y María.
En 1081, tras el destierro del Campeador, vivió con sus hijas
en un monasterio situado en San Pedro de Cardeña.
A la muerte del Cid en 1099 intentó mantener Valencia a salvo
de los ataques musulmanes, pero no lo logró.
En 1102 la ciudad de
Valencia fue ocupada y Jimena y la población fueron escoltados por el ejército
del Rey de León Alfonso VI. Se retiró al monasterio de San Pedro de Cardeña, en
el que murió hacia 1115.
Fue enterrada junto al Cid en el Monasterio de San Pedro de
Cardeña. En 1921 sus restos fueron trasladados junto a los del Cid a la
Catedral de Burgos, donde actualmente permanecen.
Minaya
No vivió tan inseparablemente unido a las hazañas de su tío
el Campeador como el Poema del Cid supone.
Su firma aparece en
algunos documentos otorgados por los reyes de Castilla entre los años
1076 y 1093 por lo cual se deduce que o no acompañó al Cid en su destierro, o,
si le acompañó fue por poco tiempo.
Fue a Valencia (1085-1086) antes que el Cid. En 1099, antes de morir el Cid, Álbar Fáñez es derrotado en Cuenca por los Almorávides. No obstante, pudo acompañar algún tiempo su tío en Valencia, pues su nombre no figura mucho en los documentos de entonces.
Fue a Valencia (1085-1086) antes que el Cid. En 1099, antes de morir el Cid, Álbar Fáñez es derrotado en Cuenca por los Almorávides. No obstante, pudo acompañar algún tiempo su tío en Valencia, pues su nombre no figura mucho en los documentos de entonces.
Después de la muerte del Cid es "dominus de Zorita et
de Santa Veria" (1107), y en 1109 es nombrado gobernador de Toledo
"Toletule dux". En esta ciudad se llenó de gloria rechazando
el encarnizado asedio que le puso el emperador de los almorávides Alí, en el año
1109.
En 1114 es muerto por los de Segovia, defendiendo los
derechos de su reina Doña Urraca contra los partidarios del rey aragonés
Alfonso el Batallador.
Alfonso
Alfonso VI de León, también llamado Alfonso el Bravo nació en
el año 1047. Fue hijo del rey Fernando I de
León y de su esposa, la reina Sancha de León.
Tras la muerte de su padre en 1065,
Alfonso recibió el reino de León, a lo que se opuso su hermano Sancho, que había recibido
Castilla. Alfonso fue derrotado en Llantada en 1068, y en Golpejera, en 1072, y
fue obligado a exiliarse junto con su hermano García. A la muerte de Sancho,
asesinado mientras asediaba a su hermana Urraca en Zamora, Alfonso fue llamado
para ser coronado rey, pero antes tuvo que realizar, por instigación de la
nobleza castellana encabezada por Rodrigo Díaz,
el Cid, un juramento por el cual se auto exculpaba de haber
tenido relación con la muerte de su hermano, acción conocida como la jura de
Santa Gadea. En 1085, Alfonso VI logró apoderarse de Toledo, lo cual le dio un
gran prestigio. Sin embargo, los reinos de taifas de Badajoz y Sevilla llamaron
en su ayuda a los almorávides del norte de África, los cuales derrotaron a
Alfonso VI en la batalla de Sagrajas, en 1086, acción militar que significó el
punto de arranque una difícil etapa que marcaría los últimos años de su
reinado.
Obispo don Jerónimo
Jerónimo de Perigord fue el primer obispo de la restaurada diócesis de Salamanca en 1102, por encargo de Raimundo de Borgoña, tras la repoblación
de la ciudad.
Monje cluniacense, se dirigió a
la península como parte del grupo de monjes de su orden enviados para abolir el
rito hispánico o mozárabe y sustituirlo por
el rito romano, en tiempos de Alfonso VI de
León. A su llegada a la península, el arzobispo de Toledo le nombra
canónigo.
Fue un tipo de clérigo frecuente en su época, que se
encontraba más cómodo entre los guerreros en campaña que en las iglesias
predicando. Hacia 1097 se une a las huestes
del Cid, con las funciones de cualquier clérigo,
decir misa antes de la batalla y prestar auxilio a los heridos y moribundos,
pero además ejerce como guerrero, y este papel es el que se resalta de Jerónimo
en el Poema del Mío Cid.
Jerónimo, pronto logra la confianza del Cid, quien le nombra
capellán y sobre el 1098, obispo de Valencia, con la posterior confirmación de Alfonso VI. Tras la muerte del Cid
continuará regentando la Diócesis de Valencia, hasta la pérdida de la ciudad en
1101. En 1102
es nombrado obispo de Salamanca y tras la muerte
de Raimundo de Borgoña, en 1107, tanto Salamanca
como Zamora pasan a ser controladas por el obispo, al ser también administrador
de las diócesis de Ávila
y Zamora. En Salamanca permanecería como obispo hasta su
muerte en el año 1120, tras diecisiete años al frente de la
diócesis.
A Salamanca llevó consigo la
imagen del Cristo de las Batallas,
que había sido utilizada por el Cid. La imagen todavía se conserva en la ciudad
y desde entonces se le atribuyen milagros, representados en la catedral por José Sánchez
de Velascos y recogidos mediante acta notarial en 1615.
Fue el promotor de la construcción de la Catedral Vieja, y en ella
recibió su primera sepultura junto a un arco de la nave. En 1607
los restos del obispo fueron trasladados a un altar junto al Cristo de las Batallas, en la misma Catedral; no sería éste su
último emplazamiento pues el 7 de enero de 1744 se depositan en una Capilla del
Cristo de las Batallas de la Catedral Nueva donde
permanecen en la actualidad.
María
Nació en el año 1077 y falleció en 1105. En el Poema del Cid
es llamada por un nombre falso: doña Sol. Casada por primera vez con uno de los
Infantes de Carrión y luego, en segundas nupcias con Ramón Berenguer III, Conde
de Barcelona.
El Cid
Nació a mediados del siglo XI, la fecha no está correctamente
establecida pero se calcula que estaría situada entre 1045 y 1051. Oriundo de
Vivar del Cid, aldea que se encuentra a diez kilómetros de Burgos. Hijo de
Diego Laínez, noble caballero de la Corte Castellana y de una hija de Rodrigo Álvarez
de Asturias.
A los 15 años, tras morir su padre, se crió en la corte del
rey Fernando I junto al hijo del monarca, el príncipe Sancho. Ambos crecieron juntos
y trabaron buena amistad durante cinco años. Se educó en las letras y en las
leyes.
Entre los años 1063 a 1072 fue el brazo derecho de don Sancho
y luchó junto a él en Zaragoza, Coimbra, y Zamora, época en la cual fue armado
primeramente caballero y también nombrado Alférez y "príncipe de la
hueste" de Sancho II.
A los 23 años obtuvo el título de Campidoctor
(campeador) tras vencer en duelo personal al alférez del reino de Navarra y a
los 24 años ya era conocido como Mío Cid, expresión de cariño y admiración.
Con la muerte de Sancho, es Rodrigo el encargado de tomar la
jura de Santa Gadea al nuevo rey castellano, Alfonso VI. De este hecho se hace
referencia en la obra de Antonio Gala Anillos para una dama.
Por ira y envidia del Nuevo monarca, en 1081 fue desterrado
por primera vez, acompañado por trescientos de los mejores caballeros del
lugar. Esta etapa duró aproximadamente seis años. Regresa a Burgos . El almorávide
Yusuf cruza en 1089 es estrecho de Gibraltar. El rey Alfonso pide ayuda pero
Rodrigo no acude por lo cual es desterrado nuevamente en 1089.
En los diez años siguientes la fama del Cid aumentó. En menos
de un años se hizo señor de los reinos moros de Lérida, Tortosa, Valencia,
Denia, Albarracín y Alpuente.
En el año 1094, Rodrigo se convierte en el Señor de Valencia.
En 1097 muere en la batalla de Consuegra su único hijo varón,
Diego; y el domingo 10 de julio de 1099 muere él.
Intención de la obra
Antonio Gala no ha pretendido
escribir teatro histórico, sino teatro actual con referencia histórica; es por
esto que, si bien se aluden a muchos hechos históricos concretos y a personajes
que pertenecieron a la historia, imprime a su obra un aire de intemporalidad.
La literatura hará que la historia oficial dejé de ser vista como una verdad
absoluta, ofrecerá una historia entre líneas, una visión diferente. Se escucharán
las voces de aquellos que fueron dejados de lado en la historia.
El escritor por una parte nos muestra
las frustraciones de un ser humano común, la lucha que éste hace por la
libertad como requisito indispensable para la vida. Por otra, pone en
entredicho los principios en los que se sustenta el poder y los valores
tradicionales. Estos entredichos surgen como una crítica a la dictadura de
Francisco Franco.
En Anillos par una dama el deseo de libertad
presente cobra un doble sentido en la España de 1973 donde el dictador Franco camina hacia la muerte. El
simbolismo oculto, pero a la vez intencional, utilizado por Gala sirve para
denunciar los abusos de poder de aquel que en 1937 fue proclamado autoridad
absoluta de España.
En la obra, Jimena simboliza el futuro deseo de España de
caminar sola. El autor elige a una mujer medieval con características que no
son propias de la época. Ella se nos presenta como una mujer con ansias de
cambiar lo establecido, es una luchadora incansable que pelea contra viento y
marea para conseguir sus objetivos.
Alfonso representa el autoritarismo. Al igual que Franco, él únicamente
responde ante Dios y ante la Historia. Ambos son capaces de intervenir en todos
los ámbitos de la sociedad a la que pertenecen para lograr resultados
convenientes para su causa.
Minaya y María representan a dos sectores de la sociedad que
se encontraban en esta época de transición hacia la democracia. El soldado
personifica en la obra a un sector, el cual, por temor, se encuentra sumido en
silencio dejando de lado sus sueños por miedo al poder establecido. La hija del
Cid, en cambio, nos muestra la sociedad que estaba a favor del dictador, pero
no por compartir su ideología, sino por simple conveniencia.
El Cid es la imagen de lo que España había sido. La imagen
del héroe que impone orden. Un mito que, si se mantenía vivo, mantendría la
unidad nacional.
A su vez en Anillos para un dama se representa
el papel que tenía la mujer en la época de la dictadura franquista. La mujer
vuelve a asumir el papel que tenía en la Edad media, el de madre y esposa. Sin
derechos constitucionales, sin voz ni voto, sin acceso al mercado laboral.
Bibliografía
Anillos para una dama:
GALA, Antonio, “Anillos
para una dama” , Editorial Edaf, Bs.
As., 2001, 271 páginas
http://es.wikipedia.org/wiki/Anillos_para_una_dama consultada 31 de octubre de 2010
http://www.jstor.org/pss/30203230 consultada 2 de noviembre de 2010
Poema del Cid
ANÓNIMO, “Poema del Cid“,
Ed. Losada, Bs. As., 2004, 275 páginas
http://www.gksdesign.com/atotos/cid/cidcharacters.htm consultada 31 de octubre de 2010
http://portales.educared.net/wikiEducared/index.php?title=Poema_de_M%C3%ADo_Cid#La_familia consultada el
31 de octubre de 2010
Otros:
Apuntes de la cátedra
Literatura Española I, 2009.
http://es.wikipedia.org/wiki/Dictadura_de_Francisco_Franco#La_mujer_durante_la_dictadura_de_Franco consultada 5 de noviembre de 2010
http://es.wikipedia.org/wiki/Francisco_Franco consultada 5
de noviembre de 2010
[1] ANÓNIMO, “Poema del Cid“, Ed. Losada, Bs.
As., 2004, Pág. 35, T: 16 V:282 - 284
[2] Ibíd, Pág. 201, T:125 V:2602 - 2606
[3] GALA, Antonio, “Anillos para una dama“,
Ed. Edaf,
Bs. As., 2001, Pág. 164
[4] Ibíd. Pág.
190
[5] Ibíd. Pág.
187
[6] ANÓNIMO, “Poema del Cid“, Ed. Losada, Bs.
As., 2004, Pág. 219, T: 132 V:2863
[7] Ibíd. Pág. 69, T: 38 V: 752
[8] Ibíd. Pág.
47, T:23 V: 439 - 444
[9] Ibíd. Pág. 111, T: 77 V: 1270 - 1277
[10] GALA, Antonio, “Anillos para una dama“,
Ed. Edaf,
Bs. As., 2001, Pág. 150
[11] Ibíd. Pág. 212
[12] Ibíd. Pág. 171
[13] ANÓNIMO, “Poema del Cid“, Ed. Losada, Bs.
As., 2004, Pág. 17, T: 4 V:20
[14] GALA, Antonio, “Anillos para una dama“,
Ed. Edaf,
Bs. As., 2001, Pág. 187
[15] Ibíd. Pág. 186
[16] Ibíd. Pág. 192
[17] Ibíd. Pág. 183
[18] Ibíd. Pág. 185
[19] ANÓNIMO, “Poema del Cid“, Ed. Losada, Bs.
As., 2004, Pág. 113, T:78 V: 1288 - 1291
[20] Ibíd. Pág. 113, T:79 V: 1302 - 1303
[21] Ibíd. Pág. 139, T: 94 V: 1701 - 1709
[22] GALA, Antonio, “Anillos para una dama“,
Ed. Edaf,
Bs. As., 2001, Pág. 180
[23] Ibíd. Pág. 185
[24] ANÓNIMO, “Poema del Cid“, Ed. Losada, Bs.
As., 2004, Pág. 33, T:14 V: 253 - 254.
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