jueves, 8 de septiembre de 2011

Antonio Gala: "Anillos para una Dama" -comparación con: "El Poema del Cid"-


Antonio Gala y Anillos para una dama.

Antonio Ángel Custodio nace en Brazatortas en 1936.  Es licenciado en Derecho, Filosofía y Letras y Ciencias Políticas y Económicas, desde 1963 se dedica por entero a la literatura. Ha cultivado todos los géneros: la poesía, la novela, el guión televisivo y el periodismo, además del teatro.

Los temas recurrentes en la obra de Gala son la frustración y la soledad. Gala manifiesta una simbología compleja, no tanto por su significado como por su vaguedad e inconcreción.

Su primera obra es Los campos del Edén (1963), por la cual recibe el premio Calderón de la Barca.

Anillos para una dama, como tantas otras obras, había sufrido también el problema de la censura. Pasó en el año 1971 de la Sección de Censura Teatral a la Junta de Censura de Medios de Comunicación Social. Entre una cosa y otra estuvo detenida dos años en el Ministerio.

Se estrena el mismo año en el que fue publicada en el Teatro Eslava de Madrid el día 28 de Septiembre de 1973 bajo la dirección de José Luis Alonso.

Fue publicada por primera vez en el año 1974, época de transición en la cual España logra pasar sin grandes traumas de una dictadura, más concretamente la de Francisco Franco, a un Estado social y democrático.


Análisis de los personajes presentes en Anillos para una dama y comparación con sus homónimos en el Poema del Cid.


Jimena

En el Poema del Cid la familia del campeador juega un papel secundario. Jimena a sus catorce años se casa con Don Rodrigo por motivos de estado. Vive en un convento donde su marido la dejó para resguardarla cuando parte al destierro; si bien no estaba acompañada por él, recibía regalos de su parte, símbolos de que estaba presente en sus pensamientos. Es descripta por su marido como una esposa honrada: “Es verdad doña Jimena, esposa honrada y bendita,/tanto cariño os tengo, como tengo al alma mía”[1]. En la obra se la presenta como una mujer sumisa, no discute con su esposo sobre las decisiones que él toma, dedicada a su familia y muy cristiana:

Esos abrazos y besos la madre dobles los daba:

“Id con Dios, dijo, hijas mías y que el Creador os valga,
el amor de vuestro padre y el mío os acompañan.
Id a Carrión, que tenéis allí heredades y casas;
me parece a mí, hijas mías, que os tengo bien casadas
”. [2]

En Anillos para una dama ya han pasado dos años de la muerte de Don Rodrigo y Jimena ronda los cuarenta años. Se respeta la historia de su casamiento y se agregan datos a cerca de su procedencia. A diferencia del cantar, nos encontramos con que su familia había sido conformada además de por su esposo y sus dos hijas, por Diego, su hijo varón el cual fue asesinado veinte años atrás. Aquí Jimena se encuentra acompañada únicamente por su hija María. De la mujer cristiana que se presenta en el Poema del Cid ya nada queda, en ningún momento de la obra pide a Dios, de hecho en la Primer Parte de la obra, mientras se encuentran en la celebración del segundo aniversario de la muerte del campeador, podemos ver que se la encuentra inquieta, haciendo comentarios inapropiados.

Con respecto al lenguaje que emplea encontramos un anacronismo lingüístico. Jimena utiliza un lenguaje moderno, con algunas palabras fuera del contexto de la época. Además su forma de comunicarse no es la que se veía apropiada en el tiempo en el que transcurre la obra.

De la Jimena sumisa y callada del relato del Cid ya no quedan rastros, aquí encontramos una mujer que lucha por sus ideales, capaz de defender con energía y optimismo lo que para ella es correcto y de enfrentarse a Alfonso y a cuanto tradicionalismo se interponga en su camino.

En esta obra Jimena se da cuenta que pasó toda su vida amargada al lado de un hombre que se dedicaba a conquistar tierras para dárselas al rey y que necesita disfrutar de su vida, o por lo menos lo que queda de ella; éste es el mensaje que desea transmitirle a su hija María a pesar de que ella hace oídos sordos a las palabras de su madre: “(…) Diviértete. Disfruta. Agarra con los dientes tu vida. La que creas que es tu vida, y que te maten antes de soltarla… ¡Vive, María, vive! (…)[3].

Jimena confiesa que a lo largo de su vida ha amado en silencio a Minaya. Pide permiso al rey para poder casarse con él, esta vez por amor y no por política: “yo no quiero casarme por política. Quiero casarme, pero por amor.”[4]. Su petición no es concedida ya que Alfonso cree que debe mantener la imagen de viuda del Cid. Ella manifiesta que ya representó por muchos años el papel de esposa y viuda fiel sin recibir nada a cambio y que ya es hora de aceptar que el Cid ha muerto y que cada uno debe seguir con su vida: “ (…) El Cid ha muerto. Yo he sido su mujer. Su memoria es sagrada… Pero yo sigo viva. Cerremos el paréntesis. Tachémoslo. No ha existido. Olvidado”[5]

Jimena no tiene más remedio que renunciar a su amor y seguir en el rol que le ha tocado, el de viuda inconsolable; es así como se resigna a morir en vida en San Pedro de Cardeña, llorando junto al féretro de su marido.


Minaya

En el Poema del Cid es uno de los personajes principales. Se lo describe como un hombre apuesto, bueno, alegre, sensible: “Álvar Fáñez y las damas llorando los tres están.[6].  Es el sobrino del Campeador, su favorito, el hombre de confianza, es su ayudante fiel: “Cabalgad en él, Minaya, que vos sois mi diestro brazo.[7]. En las batallas es un gran soldado y estratega:

Toda la noche emboscados el Cid y los suyos pasan,
que así se lo aconsejó Álvar Fáñez de Minaya.
"Cid Campeador que en buena hora ceñiste la espada,
ya que a Castejón tenemos tendida buena celada,
vos os quedaréis aquí con cien hombres a la zaga
y yo haré una correría con doscientos en vanguardia;
con Dios y con vuestra suerte será la empresa ganada."
[8]

Es el mensajero y embajador del Cid ante su familia, el rey  y los Infantes de Carrión:

Si así os place, Minaya, y no os parece mal,
mandaros quiero a Castilla donde está nuestra heredad.
A nuestro rey don Alfonso, que es mi señor natural,
de estas ganancias que hemos conquistado por acá
darle quiero cien caballos, ídselos vos a llevar,
por mí besadle la mano, y con empeño rogad
que a mi mujer y a mis hijas, que allí en Castilla están,
si a tanto alcanza su gracia, me las deje ya sacar.
[9].

En el cantar no se puede detectar ninguna señal de amor hacia Jimena, de hecho aparecen juntos en algunos pocos episodios, cuando él hace de mensajero del Cid y cuando la escolta a Valencia a encontrarse con su marido.

En Anillos para una dama sigue siendo un hombre fiel al Cid, continúa honrándolo lo que le impide continuar con su vida, tal como Antonio Gala nos lo dice en su obra: “ es demasiado fiel a lo que ha muerto y eso le impide transformar el futuro [10]; y el mismo Minaya se lo dice a Jimena en la obra: “Si querías olvidar a Rodrigo por el camino de Minaya, mal camino elegiste: Minaya siempre acabaría por conducirte de nuevo a Rodrigo.[11].

Según Jimena en la historia le ha tocado un papel muy cómodo, el de echar de menos: “Tú y yo sabemos que el oficio que te ha dado la vida fue muy cómodo: echar de menos. Soñar siempre con alguien que, cuando conociste iba a ser de otro.”[12]

Minaya ha sido siempre el segundo. Se ha conformado con ser siempre el silencioso y fiel enamorado de Jimena. Tal como dice ella en la obra es valiente en la batalla pero cobarde en el amor, no lucha, se da por vencido antes de intentarlo

Alfonso

En un comienzo del Poema del Cid, el rey Alfonso se nos presenta como un rey parcial y arbitrario: ha desterrado al ilustre vasallo dejándose llevar por las malas lenguas, y pasa, al promediar el Cantar a ser justiciero (actúa como instrumento del estado y llega a ganarse el nombre de “bueno”). Apenas iniciada la narración los burgaleses niegan la bondad del rey: “¡Qué buen vasallo sería si tuviese buen señor!”[13]. Luego comienza el ascenso en el plano de admiración del rey: va reconociendo los valores de su vasallo. Él siempre tiene la razón.

Con las afrentas de Corpes queda deshonrado ya que es él quien ha casado a las hijas del Cid con los Infantes. Don Rodrigo le exige que asuma su responsabilidad. Le incumbe a Alfonso ser instrumento de la justicia y convocar a las Cortes de Toledo para reivindicar su honra, lavar la del Cid y lucir la grandeza moral que se ha ganado como rey generoso y bondadoso.

Frente al destierro es pasivo y receptivo, con las acciones del campeador, reacciona permitiendo la partida de quienes quieran acompañarlo (después de Castejón), la familia (después de Alcocer) y el perdón y los casamientos (después de Valencia). De rey injusto que destierra a justo que perdona. De rey que casa y provoca un mal involuntario a un rey que deja todo en manos de la justicia y busca la ley como autoridad superior

En Anillos para una dama advertimos que Alfonso es tío de Jimena y que es él quien la obliga a casarse con el Cid a los catorce años por motivos políticos: “Razón de Estado, hija. En la familia todos hemos hecho cosas muy raras por razones de Estado: prefiero no acordarme…[14]

En la obra parece ser un rey imparcial, un hombre democrático que tiene en cuenta los intereses y deseos del resto, pero no es así; todas sus acciones y decisiones son tomadas por algún interés en particular y generalmente el beneficiado es él. Para llegar a los resultados que espera y tomar las decisiones que toma alega cuestiones de estado. Es autoritario, se hace llamar a sí mismo emperador.

Aquí revela que fue él el culpable de los años de encierro de Jimena en el segundo destierro:

Porque quería que tu madre se quedase conmigo. Es mi sobrina, ¿no? Le tengo afecto. No la iba a dejar irse con un loco, trotando España adelante, enterándose mañana de lo que debería haber comido hoy, durmiendo como una titiritera en los parajes, haciendo cucamonas a los reyes de taifas, andando igual que un búcaro a punto de romperse… tu madre tuvo buenos pañales: no es ningún guerrillero.[15]

Pero no le bastó con esto, en Anillos para una dama vemos como nuevamente, haciendo uso de su autoridad y para su propia conveniencia, encierra a Jimena en Valencia, cuando ella confiesa su amor hacia Minaya y el deseo de casarse con él:

Siempre hay algo peor que lo peor… Me encontraba en las últimas, reclamo la ayuda del rey para que me libere de los moros, llega el rey, me libera… y va y me mete presa.[16]

El rey no está ni a favor ni en contra de la relación entre Jimena y Minaya, lo único que el quiere es que no se haga pública, porque ella debe seguir siendo vista como la viuda del Cid.

Alfonso opina que los reinados sólo son útiles para medir el paso del tiempo y los sucesos que acontecen en ese tiempo. Él quería un reinado con perfil bajo, sin muchos acontecimientos.  Reconoce que el Cid es un héroe pero sabe que teniéndolo al lado opacará los pequeños renglones de Historia que le tocaban:

Un rey no tiene por qué ser quien más brilla. Los reyes somos la manera de medirse la Historia. Hasta aquí, desde aquí… Cuando más brilla el súbdito, más gloria cabe al rey… Yo procuro cumplir mi oficio honestamente. No me gustan las exageraciones. Soy burgués, lo confieso. Mi reino es de este mundo. Las proporciones excesivas me producen alergia. Y, en ese sentido, al Cid no había quien lo aguantara… El pequeño párrafo que a mi me corresponda en un texto de Historia, él lo desmesuró. Se pasaba la vida saliéndose de madre, y eso no es de buen gusto.[17]

Sabe que el Cid fue superior y que no puede compararse con él, lo cual aclara en s conversación con María: “Yo no me estoy midiendo con tu padre. Sé que, ni aún con corona, le llegaría al hombro… Por eso no pudimos entendernos.”[18]

Obispo Jerónimo

En el Poema del Cid aparece por primera vez en el segundo cantar. Se une al Cid después de dejar atrás las tierras del Rey Alfonso. Era una persona culta y sensata.

Cuando con estas noticias todos se están alegrando             de tierras de por Oriente un gran clérigo ha llegado:
el obispo don Jerónimo era por nombre llamado.
Mucho entendía de letras, es en todo muy sensato,
lo mismo a pie que a caballo era guerrero esforzado.[19]

Nombrado Obispo por don Rodrigo: “A este bueno don Jerónimo ya le nombraron obispo./Danle por sede Valencia, donde puede ser muy rico.”[20]. A lo largo del Poema fue el encargado de dar las misas antes de las batallas y de dar la absolución a todos los guerreros. Era un buen guerrero y muy valiente. En varias oportunidades pide al Cid ser el que abra la batalla:

Por segunda vez se oían los gallos antes del alba;
el obispo don Jerónimo una misa les cantaba,
cuando la misa acabó buena absolución les daba.
"El que en la lucha muriere peleando cara a cara
de sus pecados le absuelvo y Dios cogerá su alma.
A vos, Cid Campeador, que en buen hora ciñó espada,
una misa os acabo de cantar esta mañana,
y en cambio pediros quiero que me otorguéis una gracia,
y es que los primeros golpes sean dados por mi espada".[21]

Jerónimo era leal al Cid, una de las personas de confianza. Fue uno de los encargados de cuidar a Jimena y sus hijas cuando éstas se dirigían a Valencia y además acompañó al Cid a las vistas.

En Anillos para una dama comienza la obra dando la misa en conmemoración del segundo aniversario de la muerte del Cid. Es un personaje que presenta signos de vejez, como por ejemplo, sordera, lo cual le atribuye un tono un tanto cómico a la obra. Al igual que en el relato del Cid, utiliza un lenguaje culto.

Recuerda con gran admiración a don Rodrigo y los momentos compartidos en la guerra junto a él: “Combatí junto al Cid Campeador en los cercos de Almenara y Murviedro. Éramos muy poquitos. Y ganamos[22]. Para el Obispo “El Cid es in-sus-ti-tui-ble[23].

En el momento de la obra se encuentra unido a Alfonso y al poder que éste representa. Se niega a los cambios, es conservados y tradicionalista. Está en contra del casamiento de Jimena con Minaya.

María

En el Poema del Cid es llamada doña Sol, su participación en la historia es para darle una imagen mas humana al Cid. Es nombrada siempre junto a su hermana (Doña Elvira). Son obedientes a su padre y muy agradecidas.

Se casa dos veces: la primera con uno de los Infantes de Carrión y la segunda con Ramón Berenguer III, Conde de Barcelona.

En el Cantar María refleja ser un prototipo femenino típico del Medioevo, sin voluntad propia y siempre obedeciendo al hombre de la familia.

En Anillos para una dama cumple un rol más participativo, se encuentra en Valencia en representación de los intereses de su marido. Aquí, al igual que en el Cantar, se encuentra casada dos veces.

En esta obra podemos destacar su carácter fuerte y el constante desacuerdo con su madre.

No acepta la idea de Jimena de casarse por amor con Minaya, para ella el casamiento es un mero y necesario arreglo político. El amor es una cosa de criados, algo totalmente absurdo.

Tiene una imagen intachable de su padre. Para ella don Rodrigo fue un héroe al cual todos deberían estar agradecidos

 Costanza

En el Poema del Cid no se la encuentra nombrada. Es posible deducir que sea una de las criadas que acompañan a la familia del Campeador a San Pedro de Cardeña y a Valencia: “Para mi esposa Jimena os entrego aquí cien marcos;/a ella, a sus hijas y damas podréis servir este año[24].

En Anillos para una dama es la dama de compañía de Jimena, tiene aproximadamente entre sesenta y setenta años. Es quien escucha a Jimena. En un principio muestra fidelidad a su ama e intenta ayudarla a luchar por su amor con Minaya; pero al transcurrir la obra la traiciona, en acuerdo con Alfonso pretende tenderle una emboscada en su último encuentro con Minaya.

El Cid

En el Poema del Cid es el protagonista, un héroe en busca de recuperar su honra y lo logra mediante la acción guerrera (batallas) y la acción jurídica (Cortes de Toledo).

Es un gran guerrero, valiente e inteligente. Es desterrado por el rey Alfonso en dos oportunidades, pero a pesar de ello sigue sirviéndole e intentando recuperar su confianza.

Respecto a la clase social a la que pertenece, el Cid es un infanzón, caballero de alta jerarquía en la clase de los hijodalgo.

En Anillos para una dama lleva dos años de muerto. La imagen de héroe que él dejó lleva a desencadenar muchos de los problemas a lo largo de la obra.

Se lo recuerda como un gran hombre y guerrero por haber recuperado Valencia de los moros. Pero a su vez se lo critica. Alfonso se queja de que sus obras fueron demasiado grandes y, si bien recuperó Valencia, sólo él podía mantenerla. Para el rey, don Rodrigo era un problema. Jimena no emite muchos juicios sobre su vida como guerrero, solamente destaca sus defectos como esposo y amante, los cuales ella cree que son a causa de la vida que llevaba.


Personajes históricos

Jimena

Es la histórica Jimena Díaz, hija del conde de Asturias don Diego Rodríguez y de una dama probablemente llamada Cristina Fernández. Es sobrina del emperador Alfonso VI de León.

Se Casó en julio de 1074 con don Rodrpigo Diaz como política de acercamiento entre los nobles de Alfonso VI. Con el Cid, Jimena tuvo tres hijos, tal como relata la obra de Antonio Gala: Cristina, Diego y María.

En 1081, tras el destierro del Campeador, vivió con sus hijas en un monasterio situado en San Pedro de Cardeña.

A la muerte del Cid en 1099 intentó mantener Valencia a salvo de los ataques musulmanes, pero no lo logró.

 En 1102 la ciudad de Valencia fue ocupada y Jimena y la población fueron escoltados por el ejército del Rey de León Alfonso VI. Se retiró al monasterio de San Pedro de Cardeña, en el que murió hacia 1115.

Fue enterrada junto al Cid en el Monasterio de San Pedro de Cardeña. En 1921 sus restos fueron trasladados junto a los del Cid a la Catedral de Burgos, donde actualmente permanecen.


Minaya

No vivió tan inseparablemente unido a las hazañas de su tío el Campeador como el Poema del Cid supone.

Su firma aparece en  algunos documentos otorgados por los reyes de Castilla entre los años 1076 y 1093 por lo cual se deduce que o no acompañó al Cid en su destierro, o, si le acompañó fue por poco tiempo.
Fue a Valencia (1085-1086) antes que el Cid. En 1099, antes de morir el Cid, Álbar Fáñez es derrotado en Cuenca por los Almorávides. No obstante, pudo acompañar algún tiempo su tío en Valencia, pues su nombre no figura mucho en los documentos de entonces.

Después de la muerte del Cid es "dominus de Zorita et de Santa Veria" (1107), y en 1109 es nombrado gobernador de Toledo "Toletule dux". En esta ciudad se llenó de gloria rechazando el encarnizado asedio que le puso el emperador de los almorávides Alí, en el año 1109.

En 1114 es muerto por los de Segovia, defendiendo los derechos de su reina Doña Urraca contra los partidarios del rey aragonés Alfonso el Batallador.

Alfonso

Alfonso VI de León, también llamado Alfonso el Bravo nació en el año 1047. Fue hijo del rey Fernando I de León y de su esposa, la reina Sancha de León.

Tras la muerte de su padre en 1065, Alfonso recibió el reino de León, a lo que se opuso su hermano Sancho, que había recibido Castilla. Alfonso fue derrotado en Llantada en 1068, y en Golpejera, en 1072, y fue obligado a exiliarse junto con su hermano García. A la muerte de Sancho, asesinado mientras asediaba a su hermana Urraca en Zamora, Alfonso fue llamado para ser coronado rey, pero antes tuvo que realizar, por instigación de la nobleza castellana encabezada por Rodrigo Díaz, el Cid, un juramento por el cual se auto exculpaba de haber tenido relación con la muerte de su hermano, acción conocida como la jura de Santa Gadea. En 1085, Alfonso VI logró apoderarse de Toledo, lo cual le dio un gran prestigio. Sin embargo, los reinos de taifas de Badajoz y Sevilla llamaron en su ayuda a los almorávides del norte de África, los cuales derrotaron a Alfonso VI en la batalla de Sagrajas, en 1086, acción militar que significó el punto de arranque una difícil etapa que marcaría los últimos años de su reinado.

Obispo don Jerónimo

Jerónimo de Perigord fue el primer obispo de la restaurada diócesis de Salamanca en 1102, por encargo de Raimundo de Borgoña, tras la repoblación de la ciudad.

Monje cluniacense, se dirigió a la península como parte del grupo de monjes de su orden enviados para abolir el rito hispánico o mozárabe y sustituirlo por el rito romano, en tiempos de Alfonso VI de León. A su llegada a la península, el arzobispo de Toledo le nombra canónigo.

Fue un tipo de clérigo frecuente en su época, que se encontraba más cómodo entre los guerreros en campaña que en las iglesias predicando. Hacia 1097 se une a las huestes del Cid, con las funciones de cualquier clérigo, decir misa antes de la batalla y prestar auxilio a los heridos y moribundos, pero además ejerce como guerrero, y este papel es el que se resalta de Jerónimo en el Poema del Mío Cid.

Jerónimo, pronto logra la confianza del Cid, quien le nombra capellán y sobre el 1098, obispo de Valencia, con la posterior confirmación de Alfonso VI. Tras la muerte del Cid continuará regentando la Diócesis de Valencia, hasta la pérdida de la ciudad en 1101. En 1102 es nombrado obispo de Salamanca y tras la muerte de Raimundo de Borgoña, en 1107, tanto Salamanca como Zamora pasan a ser controladas por el obispo, al ser también administrador de las diócesis de Ávila y Zamora. En Salamanca permanecería como obispo hasta su muerte en el año 1120, tras diecisiete años al frente de la diócesis.

A Salamanca llevó consigo la imagen del Cristo de las Batallas, que había sido utilizada por el Cid. La imagen todavía se conserva en la ciudad y desde entonces se le atribuyen milagros, representados en la catedral por José Sánchez de Velascos y recogidos mediante acta notarial en 1615.

Fue el promotor de la construcción de la Catedral Vieja, y en ella recibió su primera sepultura junto a un arco de la nave. En 1607 los restos del obispo fueron trasladados a un altar junto al Cristo de las Batallas, en la misma Catedral; no sería éste su último emplazamiento pues el 7 de enero de 1744 se depositan en una Capilla del Cristo de las Batallas de la Catedral Nueva donde permanecen en la actualidad.

María

Nació en el año 1077 y falleció en 1105. En el Poema del Cid es llamada por un nombre falso: doña Sol. Casada por primera vez con uno de los Infantes de Carrión y luego, en segundas nupcias con Ramón Berenguer III, Conde de Barcelona.

El Cid

Nació a mediados del siglo XI, la fecha no está correctamente establecida pero se calcula que estaría situada entre 1045 y 1051. Oriundo de Vivar del Cid, aldea que se encuentra a diez kilómetros de Burgos. Hijo de Diego Laínez, noble caballero de la Corte Castellana y de una hija de Rodrigo Álvarez de Asturias.

A los 15 años, tras morir su padre, se crió en la corte del rey Fernando I junto al hijo del monarca, el príncipe Sancho. Ambos crecieron juntos y trabaron buena amistad durante cinco años. Se educó en las letras y en las leyes.

Entre los años 1063 a 1072 fue el brazo derecho de don Sancho y luchó junto a él en Zaragoza, Coimbra, y Zamora, época en la cual fue armado primeramente caballero y también nombrado Alférez y "príncipe de la hueste" de Sancho II.

A los 23 años obtuvo el título de Campidoctor (campeador) tras vencer en duelo personal al alférez del reino de Navarra y a los 24 años ya era conocido como Mío Cid, expresión de cariño y admiración.

Con la muerte de Sancho, es Rodrigo el encargado de tomar la jura de Santa Gadea al nuevo rey castellano, Alfonso VI. De este hecho se hace referencia en la obra de Antonio Gala Anillos para una dama.

Por ira y envidia del Nuevo monarca, en 1081 fue desterrado por primera vez, acompañado por trescientos de los mejores caballeros del lugar. Esta etapa duró aproximadamente seis años. Regresa a Burgos . El almorávide Yusuf cruza en 1089 es estrecho de Gibraltar. El rey Alfonso pide ayuda pero Rodrigo no acude por lo cual es desterrado nuevamente en 1089.

En los diez años siguientes la fama del Cid aumentó. En menos de un años se hizo señor de los reinos moros de Lérida, Tortosa, Valencia, Denia, Albarracín y Alpuente.

En el año 1094, Rodrigo se convierte en el Señor de Valencia.

En 1097 muere en la batalla de Consuegra su único hijo varón, Diego; y el domingo 10 de julio de 1099 muere él.


Intención de la obra


Antonio Gala no ha pretendido escribir teatro histórico, sino teatro actual con referencia histórica; es por esto que, si bien se aluden a muchos hechos históricos concretos y a personajes que pertenecieron a la historia, imprime a su obra un aire de intemporalidad. La literatura hará que la historia oficial dejé de ser vista como una verdad absoluta, ofrecerá una historia entre líneas, una visión diferente. Se escucharán las voces de aquellos que fueron dejados de lado en la historia.

El escritor por una parte nos muestra las frustraciones de un ser humano común, la lucha que éste hace por la libertad como requisito indispensable para la vida. Por otra, pone en entredicho los principios en los que se sustenta el poder y los valores tradicionales. Estos entredichos surgen como una crítica a la dictadura de Francisco Franco.

En Anillos par una dama el deseo de libertad presente cobra un doble sentido en la España de 1973 donde el dictador Franco camina hacia la muerte. El simbolismo oculto, pero a la vez intencional, utilizado por Gala sirve para denunciar los abusos de poder de aquel que en 1937 fue proclamado autoridad absoluta de España.

En la obra, Jimena simboliza el futuro deseo de España de caminar sola. El autor elige a una mujer medieval con características que no son propias de la época. Ella se nos presenta como una mujer con ansias de cambiar lo establecido, es una luchadora incansable que pelea contra viento y marea para conseguir sus objetivos.

Alfonso representa el autoritarismo. Al igual que Franco, él únicamente responde ante Dios y ante la Historia. Ambos son capaces de intervenir en todos los ámbitos de la sociedad a la que pertenecen para lograr resultados convenientes para su causa.

Minaya y María representan a dos sectores de la sociedad que se encontraban en esta época de transición hacia la democracia. El soldado personifica en la obra a un sector, el cual, por temor, se encuentra sumido en silencio dejando de lado sus sueños por miedo al poder establecido. La hija del Cid, en cambio, nos muestra la sociedad que estaba a favor del dictador, pero no por compartir su ideología, sino por simple conveniencia.

El Cid es la imagen de lo que España había sido. La imagen del héroe que impone orden. Un mito que, si se mantenía vivo, mantendría la unidad nacional.

A su vez en Anillos para un dama se representa el papel que tenía la mujer en la época de la dictadura franquista. La mujer vuelve a asumir el papel que tenía en la Edad media, el de madre y esposa. Sin derechos constitucionales, sin voz ni voto, sin acceso al mercado laboral.


Bibliografía



Anillos para una dama:



GALA, Antonio, “Anillos para una dama” ,  Editorial Edaf, Bs. As., 2001, 271 páginas



http://www.alipso.com/monografias/anillos/   consultada 31 de octubre de 2010



http://es.wikipedia.org/wiki/Anillos_para_una_dama consultada 31 de octubre de 2010



http://www.jstor.org/pss/30203230 consultada 2 de noviembre de 2010






Poema del Cid



ANÓNIMO, “Poema del Cid“, Ed. Losada, Bs. As., 2004, 275 páginas









Otros:



Apuntes de la cátedra Literatura Española I, 2009.






http://es.wikipedia.org/wiki/Francisco_Franco  consultada 5 de noviembre de 2010











[1] ANÓNIMO, “Poema del Cid“, Ed. Losada, Bs. As., 2004, Pág. 35, T: 16 V:282 - 284
[2] Ibíd, Pág. 201, T:125 V:2602 - 2606
[3] GALA, Antonio, “Anillos para una dama“, Ed. Edaf, Bs. As., 2001, Pág. 164
[4] Ibíd.  Pág. 190
[5] Ibíd.  Pág. 187
[6] ANÓNIMO, “Poema del Cid“, Ed. Losada, Bs. As., 2004, Pág. 219, T: 132 V:2863
[7] Ibíd. Pág. 69, T: 38 V: 752
[8] Ibíd.  Pág. 47, T:23 V: 439 - 444
[9] Ibíd. Pág. 111, T: 77 V: 1270 - 1277
[10] GALA, Antonio, “Anillos para una dama“, Ed. Edaf, Bs. As., 2001, Pág. 150
[11] Ibíd. Pág. 212
[12] Ibíd. Pág. 171
[13] ANÓNIMO, “Poema del Cid“, Ed. Losada, Bs. As., 2004, Pág. 17, T: 4 V:20
[14] GALA, Antonio, “Anillos para una dama“, Ed. Edaf, Bs. As., 2001, Pág. 187
[15] Ibíd. Pág. 186
[16] Ibíd. Pág. 192
[17] Ibíd. Pág. 183
[18] Ibíd. Pág. 185
[19] ANÓNIMO, “Poema del Cid“, Ed. Losada, Bs. As., 2004, Pág. 113, T:78 V: 1288 - 1291
[20] Ibíd. Pág. 113, T:79 V: 1302 - 1303
[21] Ibíd. Pág. 139, T: 94 V: 1701 - 1709
[22] GALA, Antonio, “Anillos para una dama“, Ed. Edaf, Bs. As., 2001, Pág. 180
[23] Ibíd. Pág. 185
[24] ANÓNIMO, “Poema del Cid“, Ed. Losada, Bs. As., 2004, Pág. 33, T:14 V: 253 - 254.

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